17 de julio de 2022

 

INDÍGENAS EN BAJA CALIFORNIA, UNA DEUDA PENDIENTE

 

Esperemos que la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda, acceda a recibir a los representantes de organizaciones indígenas y a sus autoridades tradicionales, para que se proceda a la armonización legislativa en materia indígena y para que se escuchen y atiendan sus prioridades de desarrollo.

Por: Arturo Ruiz, El Súper Cívico.

En Baja California existen aún comunidades de los pueblos originarios, pertenecientes a la familia lingüística Yumana, estas etnias son los Kumiai, Cucapá, Pai pai, Kiliwas, Tipai y algunos se reconocen a sí mismos como Cochimi.

Como el lector debe saber, de los pueblos indígenas que habitaron en el estado de Baja California Sur, desaparecieron víctimas de la viruela y el sarampión, de las guerras y de las migraciones a otras tierras que terminaron por dispersar a sus integrantes.

Razón por la cual, solo quedan registros históricos de estos vigorosos pueblos que fueron los Pericues y los Guaycuras, los primeros, destacados pescadores que eran más bien sedentarios y los Guaycuras que eran pescadores, cazadores y recolectores y que se dice por algunos estudios arqueológicos y de crónicas de historiadores que eran seminomadas.

La mayoría de los pueblos originarios, mantienen sus lenguas y rasgos distintivos de sus culturales ancestrales, aunque es innegable la pérdida de sus cosmovisiones por el proceso de marginación y aculturación e integración a la lengua castellana y a la cultura mestiza dominante en el país.

En efecto, el pueblo cochimi está muy reducido y en la cultura kiliwa, de su lengua, quedan pocos, muy pocos hablantes.

Los Cucapá viven en Mexicali, principalmente en la comunidad del Mayor, aunque también se pueden encontrar en otros poblados como el Cucapá Mestizo, el Indiviso, la Puerta.

Los demás pueblos se pueden localizar en Tecate, Playas de Rosarito y la mayoría en el municipio de Ensenada.

No es intención de esta reflexión hacer una monografía, ni una síntesis de ensayos en esta materia, pero si abordar la deuda histórica que tienen los gobiernos con estos pueblos.

Y más aún debe reconocerse y entender, el aporte cultural, económico y social que han impreso otros pueblos indígenas procedentes principalmente de Oaxaca, Michoacán, Puebla y Estado de México en su mayoría. Y que, en su primera etapa, llegaron como migrantes temporales al desempeñarse como jornaleros agrícolas en los Valles de Mexicali y de San Quintín y que poco a poco, fueron adquiriendo el carácter de residentes y nativos de Baja California.

De tal forma que su predominancia cultural, económica y poblacional, es evidente en el Municipio de San Quintín y en la Delegación de Maneadero al sur de Ensenada.

En Baja California, al igual que en el resto del país, al indígena, auténtico nativo de estas tierras, se le discrimino y se le marginó, excluyéndolo de las oportunidades del desarrollo y arrebatándole sus mejores tierras y aguas, desterrándolos cuando bien les fue a tierras agrestes o muy apartadas de las grandes ciudades.

Y esta exclusión y robo de sus tierras, no fue únicamente por los conquistadores, que contrario al pensamiento general estableció normas para proteger las tierras de los pueblos nativos.

Sino más bien, su mayor época de marginación ha sido por los gobiernos posteriores a la independencia de México, que dio pasos hacia la predominancia de las familias criollas y del proceso de blanqueamiento de los pueblos indígenas a través del mestizaje.

En la Reforma, las cosas no mejoraron a pesar de que el presidente Juárez era indígena. Ya que en ese periodo se siguió despojando a los indígenas de sus tierras, al considerarlas como tierras baldías y mediante el proceso de desamortización de las tierras se despojó a muchas comunidades indígenas de sus tierras.

Durante el Porfiriato y la época post revolucionaria, a los indígenas se les continúo excluyendo, marginando, discriminando y sometiendo, a un proceso de aculturación mediante políticas agrarias, educativas y sociales que consideraban que el indígena debía “evolucionar” hacia la cultura y el modelo dominante.

Y en ese proceso la desaparición de sus lenguas y usos y costumbres, era fundamental para que asumieran las leyes y lengua castellana para su integración a la mayoría de los mexicanos mestizos, capitaneados la mayoría de las veces por descendientes de criollos.

No abundaré sobre las luchas de los chichimecas y de los Yaquis y de las formas en que fueron masacrados y esclavizados en los periodos post revolucionarios. Y tampoco negaré que el General Lázaro Cárdenas fue una excepción a esta regla, al dar un respiro a la explotación indígena y al impulsar el reparto agrario.

Pero aun en este siglo 21, en Baja California, prevalecen actitudes de discriminación hacia los indigenas en amplios espectros sociales. Y en la esfera pública en materia indígena predominan tres líneas o corrientes dominantes en las instituciones políticas y de gobierno:

El Indigenismo de estado surgido en 1940, que pretendía modificar e integrar a los pueblos indígenas al modelo de desarrollo diseñado desde el estado, para sacarlos del atraso.

El Indigenismo Intelectual, con una visión paternalista y asistencial que pretende orientar desde afuera de las comunidades su destino y desarrollo, considerando la necesidad de que el gobierno (Estado) canalice apoyos de alimentación y económicos a los pueblos para ayudarlos a combatir la pobreza. Y en paralelo, han pretendido “conducir” u “orientar” a los pueblos indígenas, a restablecer formas de ser de sus ancestros con base a estudios antropológicos y sociológicos desarrollados por académicos.

La autonomía Indígena cuya mejor expresión quizá haya sido el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en esta corriente se lucha por el reconocimiento de la existencia de los indígenas, es decir al SER INDIGENA, no a sus orígenes indígenas. Se exige la libre autodeterminación de los pueblos en materia de su destino, sus formas de gobierno, sus usos y costumbres, el respeto y reintegración de sus tierras, aguas y recursos naturales despojados de las que fueron despojados y sobre todo, el reconocimiento de los pueblos originarios y de sus comunidades con personalidad jurídica.

En este tenor bien vale la pena mencionar que, en el México del siglo 21, de nada sirve que el Gobierno de la 4 T, exija a España y a la iglesia que pidan perdón por hechos que sucedieron hace más de 500 años.

No sirve de nada que desde el gobierno pretendan idealizar a determinados pueblos indígenas del pasado pre colonial. Y mucho menos cuando en este gobierno que se decía de transformación han desmantelado y dejado en los huesos al INPI y a otros programas de apoyo a la productividad y desarrollo de las comunidades indígenas.

Valdría más la pena RECONOCERLOS COMO NACIONES INDÍGENAS MEXICANAS, es decir como naciones autónomas y con representación jurídica dentro del ESTADO MEXICANO, porque esto representaría la posibilidad de que sean estas mismas Naciones Indígenas, quienes mediante sus usos y costumbres designarán a sus representantes ante los poderes legislativos federales, estatales y ante los cabildos.

Esto permitiría que ellos mismos trazaran sus prioridades en materia de desarrollo y con la obligación de que sus proyectos, obras y programas tuvieran el respaldo de asignación presupuestal y no únicamente en reconocimientos en las leyes que al final de cada sexenio y trienio quedan como leyes y derechos de letra muerta.

Recientemente, se están llevando a cabo procesos judiciales y consultas, para reconocer el derecho de los indígenas a ser parte de los órganos de representación, mediante las elecciones. Sin que pretendan, los partidos políticos, como en el último proceso electoral de Baja California que mestizos. usurpen las candidaturas indígenas, designadas como una acción afirmativa.

Para hacer justicia a los pueblos indígenas se requiere ir más allá y en este sentido esperemos que la gobernadora Marina del Pilar Ávila Olmeda, acceda a recibir a los representantes de organizaciones indígenas y a sus autoridades tradicionales para que se proceda a la armonización legislativa en materia indígena y para que se escuchen y atiendan sus prioridades de desarrollo. ¿O no?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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