AURORA DE LOS PUEBLOS: El Desafío de los Derechos Humanos frente al Estado Paralelo

Por Aurora de los Pueblos
Los derechos humanos son principios universales que reconocen la
dignidad inherente de todas las personas. Son normas que protegen la
libertad, la igualdad y la participación de cada ser humano en la vida
social y política. Estos derechos son inalienables: no se otorgan ni se
quitan por la actividad de una persona, su condición social o su
comportamiento. Todos los seres humanos los poseen por el simple hecho
de existir, y aunque en casos específicos, como en el cumplimiento de
una sentencia judicial legítima, ciertos derechos como la libertad de
movimiento puedan ser restringidos, la dignidad humana nunca debe ser
negada. Así, tanto el ciudadano respetuoso como el criminal conservan
derechos esenciales, aunque su ejercicio pueda verse limitado bajo el
debido proceso.
Sin embargo, en la realidad social contemporánea, el abuso y la
violación de los derechos humanos persisten como una profunda herida. La
privación arbitraria de la vida, la discriminación, la tortura, la
desaparición forzada, y la explotación de los más vulnerables no son
hechos aislados, sino prácticas que, cuando no se enfrentan con firmeza,
terminan normalizándose. La desconfianza en las instituciones, el
debilitamiento de la cohesión social y la proliferación de
resentimientos colectivos son consecuencias inevitables de esta
descomposición.
En este contexto surge el fenómeno del estado paralelo: estructuras de
poder ilegales o informales que suplantan al Estado legítimo en zonas
donde éste se muestra ausente, débil o corrupto. El estado paralelo
administra justicia a su manera, impone su propia “ley” mediante la
violencia, y controla recursos y servicios básicos a través de la
amenaza o la coacción. Allí donde un grupo criminal organiza
"protección" a los comerciantes, donde un líder local no electo impone
su autoridad con fuerza, o donde los conflictos se resuelven por medio
de "levantones" y ejecuciones extrajudiciales, ahí opera un estado
paralelo.
El estado paralelo necesita, para su existencia, la violación
sistemática de los derechos humanos. No puede sobrevivir donde rige el
respeto a la vida, la justicia imparcial y la participación ciudadana
auténtica. La impunidad y la violencia son su oxígeno. Para
identificarlo no basta observar los grandes episodios de violencia; hay
que atender también las prácticas cotidianas donde la ley y la dignidad
son sustituidas por el miedo y la sumisión.
Frente a esta amenaza, la respuesta no puede limitarse al uso de la
fuerza o a medidas punitivas superficiales. Es necesario reconstruir el
tejido social a partir del ejercicio pleno y efectivo de los derechos
humanos. Esto implica reafirmar la dignidad humana a través de la
educación masiva en derechos humanos, promover una justicia accesible,
fortalecer las comunidades locales mediante el desarrollo social y
económico legítimo, erradicar la impunidad mediante investigaciones
serias y protección a quienes denuncian, y sobre todo, reconstruir la
confianza ciudadana en las instituciones públicas.
La violencia se perpetúa cuando los pueblos pierden la fe en la justicia
y la esperanza en la dignidad. Solo una sociedad que reconoce, ejerce y
protege sus derechos puede cerrar el espacio que hoy ocupa el estado
paralelo. Los derechos humanos no son un privilegio para algunos; son el
cimiento de una sociedad libre, justa y solidaria para todos. Allí donde
amanece la dignidad, los pueblos renacen.
Aurora de los Pueblos