Galindo, Uruchurtu y Domínguez, desaparecidas por enfrentar al poder

PUBLICADO EN: adondevanlosdesaparecidos.org
Las defensoras oaxaqueñas, desaparecidas en 2021 y 2024, denunciaron
prácticas corruptas, señalaron la tala ilegal y acompañaron a víctimas
de la violencia en sus comunidades. Sus casos permanecen impunes. En el
sexenio de López Obrador desaparecieron 23 personas defensoras en el
país, según Educa Oaxaca, y 225 fueron asesinadas
Por Marcos Nucamendi para A dónde van los desaparecidos
Claudia Uruchurtu, Irma Galindo y Sandra Domínguez, coinciden familiares
y amigos, fueron desaparecidas por enfrentarse a los poderes políticos y
económicos del estado de Oaxaca: por defender el bosque y el territorio,
acompañar a víctimas de la violencia y denunciar actos de corrupción en
una de las regiones más peligrosas del país para la defensa de los
derechos humanos. Sus casos permanecen impunes.
“Claudia ya se había convertido en un problema […] porque ella lo único
en lo que estaba enfocada era en que se le ayudara a la comunidad [de
Nochixtlán]”, asegura Sara Uruchurtu, hermana de la defensora. “No iban
a permitir que alguien despertara o concientizara a la comunidad por la
tala inmoderada [en el municipio de San Esteban Atatlahuca]”, dice
Maurilio Santiago Reyes, director del Centro de Derechos Humanos y
Asesoría a Pueblos Indígenas (Cedhapi), al referirse a Galindo. “Sandra
nunca tuvo miedo de señalar a autoridades [de Oaxaca] que estaban
incumpliendo sus funciones”, recuerda su hermana Aracely Kisha
Domínguez.
La defensa de los derechos humanos en Oaxaca ocurre en un contexto en
que se entremezclan los intereses de autoridades, empresas y crimen
organizado, sin que sea posible determinar sus responsabilidades. Así lo
explica Marcos Leyva, director de la organización Educa Oaxaca,
Servicios para una Educación Alternativa, para quien los casos de
Galindo, enfrentada a la tala ilegal permitida por autoridades locales
coludidas con grupos delictivos; de Uruchurtu, en pugna con el poder
político por exigir transparencia y rendición de cuentas en una región
atravesada por dinámicas criminales, y Domínguez, que acompañaba casos
de violencia y señalaba a funcionarios que hoy integran el gobierno
estatal, no escapan a esa lógica.
“[Antes] era un poco más visible la acción del Estado”, afirma. “En los
años 80, 90, incluso más atrás, los actores del Estado eran los que
generaban la represión a las organizaciones, movimientos [sociales] y
defensores. Hoy esa percepción cada vez está más diluida por esta triada
[autoridad-empresas-crimen organizado] y las relaciones que se dan entre
estos tres actores”.
Leyva señala que las desapariciones de las tres defensoras ocurrieron,
además, en un contexto de ruptura entre el gobierno de Oaxaca y las
organizaciones y movimientos sociales. “Este proceso, que han denominado
Cuarta Transformación, ha modificado la relación del Estado mexicano con
los defensores y las defensoras. Ha habido una ruptura con este sector
desde los gobiernos emanados de Morena”. Mientras que el expresidente
Andrés Manuel López Obrador acusaba a las organizaciones de derechos
humanos de ser conservadoras o seudoambientalistas, agrega, el gobierno
estatal —que desde 2022 encabeza el morenista Salomón Jara— ha recurrido
a denostarlas y criminalizarlas cuando no están de acuerdo con sus
acciones.
A esta situación se suma la elección de políticos de Morena en más de
una tercera parte de los 152 municipios del estado que se rigen por el
sistema de partidos —el resto, 418, lo hace por el sistema normativo
indígena—, y una continua persecución de personas defensoras de derechos
humanos, como sucede con las comunidades que se oponen al Tren
Interoceánico, que conecta al Pacífico con el Atlántico. El director de
Educa Oaxaca también advierte sobre el posible alineamiento de este
proyecto, y sus 12 polos de desarrollo industrial a lo largo del
trayecto, con el llamado Plan México, presentado por la presidenta
Claudia Sheinbaum el pasado 13 de enero, que busca atraer inversiones
millonarias al país.
En México desaparecieron 93 personas defensoras del ambiente y el
territorio entre 2008 y 2023, de las que 39 continúan sin ser
localizadas, según una investigación de este medio, Quinto Elemento Lab
y Mongabay Latam. Del total, 62 víctimas son indígenas, principalmente
de origen nahua, yaqui y mixteca. La presencia del crimen organizado y
los conflictos agrarios están presentes en la mayoría de los casos, que
se concentran en Guerrero, Michoacán, Sonora, Oaxaca y Jalisco. Educa
Oaxaca, a través de la iniciativa “Todos sus nombres, todas sus luchas”,
documentó durante el sexenio de López Obrador, entre diciembre de 2018 y
octubre de 2024, 225 asesinatos de personas defensoras en el país.
Oaxaca, con 58 casos, es el estado con mayor número de víctimas, seguido
por Guerrero, con 39, y Michoacán, con 21. Estos tres estados concentran
el 52% del total. La organización registra 23 personas desaparecidas en
el periodo, de las que cuatro son mujeres, entre las que se encuentran
Uruchurtu, Galindo y Domínguez, sobre quienes el Comité contra la
Desaparición Forzada de la ONU ha emitido acciones urgentes al Estado
mexicano para su búsqueda y localización.
Uruchurtu, justicia pendiente
Claudia Uruchurtu Cruz, defensora de derechos humanos, responsable del
cuidado de su madre y su hijo, fue desaparecida el 26 de marzo de 2021
en el municipio de Asunción Nochixtlán, a la edad de 48 años. La
entonces presidenta municipal Lizbeth Victoria Huerta y otros tres
funcionarios del ayuntamiento fueron detenidos, enjuiciados y condenados
el 7 de diciembre de 2022 por la desaparición forzada de la defensora.
Una semana más tarde, durante la lectura de las sentencias
individualizadas, la jueza María Teresa Quevedo Sánchez reclasificó el
delito de Victoria Huerta, al considerarla culpable únicamente de
obstrucción a la justicia. Mientras que Juan Antonio Hernández Martínez,
su escolta, fue sentenciado a 60 años de prisión, y sus colaboradores
Nelci Yanet Vásquez Jiménez y Rolando Aquino Barrita a una condena de 40
años, por el delito de desaparición forzada, la exalcaldesa del
PT-Morena recibió apenas cuatro años y dos meses de cárcel.
El 13 de diciembre de 2024, en una segunda instancia, la magistrada
Margarita Leonor Gopar Pérez y los magistrados Luis Enrique Cordero
Aguilar y Abraham Isaac Soriano Reyes, de la Sala de Justicia Indígena y
Quinta Sala Penal Colegiada del Tribunal Superior de Justicia del
Estado, modificaron la sentencia de Victoria Huerta, reduciéndola a tres
años y siete meses, lo que significó su libertad inmediata.
La noche de su desaparición, Uruchurtu había participado en una
manifestación frente al palacio municipal de Nochixtlán para exigir la
liberación de un prestamista del ayuntamiento que había sido detenido y
golpeado. Varios testigos aseguraron que unos hombres se llevaron por la
fuerza a la defensora, obligándola a subir a una camioneta de color
rojo. Uno de los sujetos fue identificado como el guardaespaldas de la
alcaldesa.
Uruchurtu creció en la Ciudad de México, pero regresó a Nochixtlán en
2018. “Ahí es cuando se da cuenta de la existencia de una serie de
problemas, a todo nivel, en términos de justicia social, de criminalidad
y del manejo de los recursos del ayuntamiento. El gasto y el
despilfarro, en el contexto de Nochixtlán, era un exceso”, explica su
hermana Sara, quien refiere que la posición geográfica del municipio
favorece el desarrollo de todo tipo de actividades económicas, lícitas e
ilícitas, como la minería y el tráfico de personas.
La hermana de la defensora explica que, en los años previos a su
desaparición, Uruchurtu pudo documentar, a través de solicitudes de
transparencia y con contactos al interior del ayuntamiento, las altas
nóminas de sus funcionarios, la discrecionalidad con que se ejercían los
montos asignados a las comunidades indígenas del municipio, e incluso el
desvío a actividades de campaña de recursos destinados a la atención de
la pandemia de covid-19. Denunció los manejos irregulares ante
instancias locales, estatales y federales —y en medios de comunicación—,
lo que contribuyó a que, en noviembre de 2019, el Órgano Superior de
Fiscalización del Estado de Oaxaca (OSFEO) iniciara una auditoría por
situación excepcional al municipio.
Es entonces cuando Uruchurtu, asegura Sara, se convierte “en un problema
para esta gente”.
La defensora fue desaparecida antes que se dieran a conocer los
resultados de la auditoría. En mayo de 2021, este órgano —que en un
principio reservó la información por cinco años— confirmó
irregularidades por 8.8 millones de pesos durante la administración de
Victoria Huerta, y en octubre del mismo año, la Auditoría Superior de la
Federación (ASF) sumó a la cuenta otros 270,603 pesos que el municipio
no pudo justificar.
Para la familia, cuenta Sara, la búsqueda de la defensora, la
investigación de los hechos y el proceso judicial han sido desgastantes,
principalmente por la modificación de la sentencia de la ex presidenta
municipal y su liberación. “Fue un juicio muy traumatizante, muy
victimizador”, ya que la jueza impidió que el proceso fuera público y
consintió en que fueran maltratados los testigos de la desaparición,
incluida una pareja de adultos mayores. “¿Quién va a apoyar a las
víctimas cuando saben lo que van a sufrir en un juicio?”, pregunta.
En un comunicado firmado por Sara y su hermana Elizabeth, publicado tras
la liberación de Victoria Huerta, señalan: “Sobre la conciencia de la
magistrada y magistrados que decidieron modificar la sentencia [en
segunda instancia] pesará esta decisión, que marca la historia de Oaxaca
y muestra cómo se privilegia la injusticia sobre la verdad, la opacidad
sobre el dolor de las víctimas, […] en otras palabras, privilegiar
favores al gobernador del estado, Salomón Jara, y a la 4T, antes que
favorecer la justicia”.
Jara ya había sido mencionado por la familia en otras ocasiones. En una
entrevista de diciembre de 2022, Sara recordó que el mandatario, durante
una visita a Nochixtlán el 14 de mayo de 2021 —cuando era senador de la
República—, salió en defensa de Victoria Huerta: “Están denostando a
nuestra presidenta, están aprovechando la coyuntura electoral para
golpearla, es una injusticia su detención, es una mujer trabajadora,
luchadora social, su único delito es la honestidad”, citó la hermana de
Uruchurtu.
La familia de la defensora, afirma Sara, estudia la posibilidad de
acudir a instancias internacionales y se propone trabajar en su legado,
recuperar la información que recabó durante años en contra del
ayuntamiento, retomar sus denuncias y vincular su historia con las de
miles de familias de personas desaparecidas en el país. “[Queremos]
buscar de qué forma se les puede apoyar. No hay apoyo para las familias
de víctimas, eso tiene que cambiar”.
Galindo, cero avances
Originaria de la comunidad de Totoi, municipio de San Esteban
Atatlahuca, la defensora de los bosques y promotora cultural ñuu savi
(mixteca) Irma Galindo Barrios, de 41 años, fue desaparecida el 27 de
octubre de 2021 en la Ciudad de México.
Había viajado a la capital del país para participar en una marcha
organizada por las comunidades de Mier y Terán, Guerrero Grande y
Ndoyonoyuji, pertenecientes también al municipio de San Esteban
Atatlahuca, en respuesta a los hechos violentos ocurridos en esas
poblaciones del 21 al 23 de octubre. Casi cien familias de Ndoyonoyuji y
Guerrero Grande fueron víctimas de desplazamiento forzado, luego de que
un grupo armado, con el respaldo del gobierno municipal, quemara sus
casas y atacara a la población, con un saldo de cuatro hombres
desaparecidos y dos asesinados.
A Galindo se le vio por última vez en la estación del metro Barranca del
Muerto, al sur de la Ciudad de México, cuando se dirigía a recolectar
víveres destinados a las familias desplazadas, que se habían refugiado
en un albergue del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas de la
ciudad de Tlaxiaco. La defensora debía acudir el 29 de octubre a una
cita con el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos
Humanos y Periodistas, debido a la situación de vulnerabilidad en que se
encontraba, al ser la principal denunciante de la presencia de
aserraderos clandestinos en el municipio de San Esteban Atatlahuca.
En noviembre de 2019, como respuesta a las acusaciones de los pobladores
que asumieron la defensa de los bosques frente a la tala clandestina
tolerada y promovida por las autoridades municipales, 17 casas de Totoi
fueron quemadas; una era la de Galindo, quien tuvo que salir del país
para preservar su vida. Regresó a finales de 2020 y se instaló en la
comunidad de Mier y Terán, donde retomó su labor como defensora.
“Yo no tengo por qué esconderme, no estoy haciendo nada malo, estoy
defendiendo un bosque. […] [El ayuntamiento de] San Esteban Atatlahuca
no está cuidando estos bosques, los está saqueando”, dijo Galindo en una
entrevista de diciembre de 2020, en la que, entre otras personas, señaló
a Heriberto Nicanor Alvarado Galindo, presidente municipal de San
Esteban Atatlahuca (2017-2019), y al comisario de bienes comunales
Crescenciano Sandoval Quiroz, por amenazas y hostigamiento.
La defensora aseguró que, a mediados de 2018, Alvarado Galindo operó
para que abandonara la regiduría suplente de Cultura, que ocupaba desde
noviembre de 2017; que junto con Sandoval Quiroz “iniciaron” el ataque
de octubre de 2019 en contra de las tres comunidades defensoras del
bosque (Mier y Terán, Guerrero Grande y Ndoyonoyuji), que en febrero de
ese año habían decidido remarcar su territorio para detener la tala
clandestina; que durante esos ataques quemaron su casa y le pusieron
“precio a su cabeza”, y que el comisario, en reuniones del ayuntamiento
aseguraba que la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente,
instancia ante la que Galindo denunció la tala ilegal, le dijo que “o me
paraba, o ellos mismos vendrían a pararme”.
En su última publicación en Facebook, compartida el mismo día en que
desapareció, la defensora, después de que le negaron el acceso a la
conferencia matutina de López Obrador, insistió: “Solo les creen sus
mentiras al presidente municipal [de San Esteban Atatlahuca], les envían
recursos que usan para comprar armas y matarnos, y si hay organizaciones
o colectivos que quieren ayudarnos, también los criminalizan, los
amenazan, los hostigan y los condicionan. ¿A dónde iremos a parar? ¿Qué
sigue?”.
Cielo Alvarado Bautista, compañera de la defensora y una de las 72
personas de la comunidad de Ndoyonoyuji que continúan desplazadas en
Tlaxiaco, asegura que, tras la desaparición de la defensora, la tala
ilegal no se ha detenido: “A pesar de todos estos problemas que hubo, la
tala sigue. No paró, y lejos de que disminuyera, sigue aumentando. Había
dos aserraderos, ahora ya hay hasta tres en las comunidades de Totoi,
Progreso e Independencia”.
La madre de Galindo, agrega la artesana mixteca, murió poco después de
su desaparición, y sus hermanas tuvieron que abandonar San Esteban
Atatlahuca por razones de seguridad.
Hasta el momento, explica Santiago Reyes, director del Cedhapi,
organización acompañante de las víctimas de las agresiones ocurridas en
2021 y de la familia de Galindo, las autoridades ministeriales no les
han comunicado ningún avance en la investigación de la desaparición.
Solo saben que la denuncia interpuesta ante la Fiscalía General de
Justicia de la Ciudad de México fue atraída por la Fiscalía General de
la República.
Lo anterior, pese a que existe una medida cautelar de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, emitida el 22 de diciembre de 2021,
para la protección de Galindo y otras cuatro personas desaparecidas. “No
se ha dado ayuda humanitaria [a las familias desplazadas], no se han
investigado los hechos [del 21 al 23 de octubre], y no hay una persona
detenida [por el caso de Irma Galindo]”, asegura Reyes. A esto se suman
las problemáticas propias de las comunidades defensoras del bosque: Mier
y Terán, que está inconforme con las autoridades de San Esteban
Atatlahuca por negarle acceso a los recursos que recibe el municipio por
parte de la Federación; Guerrero Grande, cuyo agente municipal no es
reconocido por el ayuntamiento, y Ndoyonoyuji, cuyas familias continúan
desplazadas en Tlaxiaco ante la ausencia de condiciones para un retorno
seguro.
Domínguez, pistas por investigar
La abogada, madre de una hija y defensora de derechos humanos Sandra
Estéfana Domínguez Martínez, de 38 años, fue desaparecida junto con su
esposo Alexander Hernández Hernández el 4 de octubre de 2024 en la
comunidad María Lombardo de Caso, municipio de San Juan Cotzocón. El
vehículo en que se trasladaban fue encontrado, días más tarde, en el
estado de Veracruz.
Una de las personas señalada por activistas, abogados y familiares de la
defensora como posible implicado en su desaparición es Donato Vargas
Jiménez, coordinador estatal de Delegados de Paz, que fue deslindado del
caso por el gobernador Jara. Vargas compareció, a mediados de octubre de
2024, ante la Fiscalía General del Estado (FGE), pero no se le ha
imputado ningún delito; solamente fue separado del cargo, a petición del
mandatario, por un periodo de 15 días.
En 2020 y 2023, Domínguez denunció públicamente a Vargas por violencia
sexual, debido a que formaba parte de dos grupos de Whatsapp, “Sierra
XXX” y “Mega peda” —con más de cien miembros, incluidos funcionarios—,
en los que se compartían fotografías íntimas de mujeres, principalmente
indígenas ayuuk.
La abogada dedicó los años previos a su desaparición al acompañamiento
de denuncias por feminicidio y otros delitos, como en el caso de la
expareja de Vargas, Martha Aracely Cruz Jiménez, quien lo acusó, en una
conferencia de prensa sostenida junto a Domínguez en abril de 2023, de
violencia familiar.
Algunos de los casos que recibieron más atención, recuerda Aracely Kisha
Domínguez, hermana de la defensora, fueron los de Fanny Guadalupe López
Nolasco, de 16 años, cuyo feminicidio quiso disfrazarse de suicidio, y
el de Pijy, indígena ayuuk víctima de violación cuando era menor de
edad, cuya identidad fue suplantada por la pareja de su agresor, Plácido
“N”, para que el juez sobreseyera el caso y se cancelara la orden de
aprehensión.
Otra línea de investigación que sigue la FGE, confirmó el secretario de
Seguridad y Protección Ciudadana federal, Omar García Harfuch, durante
la conferencia matutina de la presidenta Sheinbaum del 17 de diciembre
de 2024, es el posible vínculo de Alexander Hernández, esposo de la
defensora, con el crimen organizado. “El objetivo de la desaparición no
era ella”, aseguró. Los responsables, agregó, serían integrantes de un
grupo criminal.
El 29 de enero, el secretario informó en su cuenta de X sobre un
enfrentamiento entre agentes de la Comisión Nacional Antisecuestros y
hombres armados cuando se daba cumplimiento en María Lombardo de Caso a
una orden de aprehensión relacionada con la desaparición de la
defensora. Murieron un policía y tres de los delincuentes.
Aunque la familia se ha mantenido al margen de las investigaciones,
Aracely dice que no descartan que su desaparición haya estado motivada
por su activismo. “Sandra no tiene miedo a enfrentarse a personas que
tienen el poder. Es muy valiente y no se deja ante [la comisión] de
violaciones de los derechos humanos. Es algo que, lamentablemente,
muchas de las personas que nos representan dejan pasar”, asegura, al
tiempo que advierte sobre las amenazas previas recibidas por la
defensora. “Nosotros les hemos dado las bases para que investiguen”.
Recuerda que acompañó a su hermana a la conferencia de prensa de 2023 en
la que señaló públicamente a Donato Vargas, y apenas terminó comenzaron
las amenazas: “Estábamos en un café, le marcan y le empiezan a decir que
ya bajara sus publicaciones [de Facebook], que ya había molestado al
‘gordo’, supongo que el ‘gordo’ era Donato, y que ya le parara”. Durante
meses le estuvieron llamando a su despacho, continúa, “eran su sombra”.
Todas las agresiones fueron documentadas por Domínguez en su página de
Facebook.
El hostigamiento, dice Aracely, alcanzó también a su familia. Dos
semanas antes de salir de vacaciones de fin de año, las llantas de todos
sus vehículos fueron ponchadas. “Es preocupante, es como un ‘los estamos
viendo’. Igual, a donde vamos siempre hay motos sin placas, motos con
encapuchados, es muy evidente”, explica la hermana de la defensora, para
quien es importante no desvincular la desaparición de Domínguez de las
de Galindo y Uruchurtu, pues los tres casos evidencian qué tan
“malévolo” puede ser el Estado, al desaparecerlas y negarles a sus
familias el acceso a la justicia.
**Foto de portada: Las desapariciones de Irma Galindo, Claudia Uruchurtu
y Sandra Domínguez siguen impunes; en los tres casos, el Comité contra
la Desaparición Forzada de la ONU ha emitido acciones urgentes al Estado
mexicano para su búsqueda y localización. (Nicolás Triedo, Facebook de
Irma Galindo; Facebook Claudia is Missing, y cortesía Aracely Kisha
Domínguez. Collage: Alejandra Saavedra)
Marcos Nucamendi
Es licenciado en Relaciones Internacionales, fotógrafo y periodista
especializado en la cobertura de temas de Derechos Humanos. Actualmente
es reportero del equipo de investigación periodística
www.adóndevanlosdesaparecidos.org, y candidato a maestro en Cooperación
Internacional para el Desarrollo por el Instituto Mora.