#LeerEntreLíneas: HÉROES Y VILLANOS

Por Francisco Ruiz*
Martes 25 de marzo de 2025. La historia de México se caracteriza por las
confrontaciones y no me refiero necesariamente a las actividades
bélicas, sino a la dualidad de la que siempre nos hemos valido para
sentenciar el paso del tiempo. Los mexicanos somos extremistas al
evaluar, no aceptamos las medias tintas. Idealizamos “héroes” y
pulverizamos a los “villanos”. Construimos figuras heroicas con dejos de
divinidad, casi perfectos, inmaculados. Los “malos”, en cambio, son la
viva imagen de Satán, el error hecho carne, la omisión en persona.
Según el Diccionario de la lengua española, un héroe se define como una
persona “que realiza una acción muy abnegada en beneficio de una causa
noble”, que es “ilustre y famosa por sus hazañas o virtudes”, o a quien
“alguien convierte en objeto de su especial admiración”. También es el o
la “Protagonista de una obra de ficción”. Si recapitulamos, destacan la
abnegación, la nobleza, las hazañas, las virtudes, la admiración, el
protagonismo y…la ficción. Así es, en nuestro afán por vanagloriar a
algunos de nuestros semejantes, los idealizamos, aunque para ello
tergiversemos la realidad. De esa manera, surgen las “leyendas vivas”,
“los salvadores de la patria”, “los padres del México moderno”.
En contraparte, el concepto de villano, según la misma fuente, es breve,
conciso y preciso: “Rústico o descortés”, “Ruin, indigno o indecoroso”,
y “Personaje de ficción malvado, antagonista del héroe”. De nuevo:
ficción. Sin embargo, los mexicanos adoptamos al rumor, la leyenda y la
suposición como una ley escrita en piedra. Para empezar, prestamos más
atención a los chismes que a las reglas. El morbo se apodera de
nosotros, mientras el deber sólo merece nuestro desprecio.
Unos personajes y “personajas”, dirían los conocedores de hoy, son
buenos; los restantes, por ende, son malos. Reaparece la dicotomía: por
un lado, Niccolò Macchiavelli (1469-1527), aseverando que: “El hombre es
malo por naturaleza a menos de que se le precise ser bueno”; por el
otro, Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), convencido de que: “El hombre
es bueno por naturaleza, pero lo corrompe la sociedad”. La interrogante
en el aire es: ¿dónde queda el justo medio? ¿El equilibrio? ¿La balanza?
¿Por qué hablar de esto ahora? Todo momento es bueno para reflexionar
acerca de nuestro actuar, el cual, en demasiadas ocasiones, deriva de
hábitos bastante cuestionables sobre los cuales ni siquiera pensamos.
Más bien, como diría un personaje de la película “Su excelencia”,
protagonizada por Mario Moreno “Cantinflas”, parecemos autómatas, es
decir, actuamos sin reflexionar sobre nuestras decisiones.
En días previos, mis estudiantes de la asignatura de Administración
Pública y quien esto escribe analizamos las principales acciones
implementadas durante los sexenios en el siglo XX. Cuando les pedí
identificar medidas positivas adoptadas por los exgobernantes, me
sorprendió, pero me angustió más, la pregunta en la que coincidieron
varios de ellos: ¿qué pasa si no encontramos algo bueno durante el
gobierno de “tal” o “cual” presidente? Lo anterior me llevó a sopesar
como, injustamente, las generaciones de mexicanos que aún vivimos hemos
sido inculcados para formar nuestro criterio de una manera polarizada,
incluso prejuiciosa. Es cierto que sobraron los errores, excesos y
abusos, pero algo bueno también tuvo que haber ocurrido en todo ese
tramo que hemos atravesado.
Ruego al lector que no entienda mi observación como una defensa o ataque
hacia una persona, sino a la imperiosa necesidad de fomentar y
fortalecer el criterio amplio, tolerante y lo más distante posible del
fanatismo. Soy un convencido de que la historia y, sobre todo, las
futuras generaciones, lo valorarán y mucho. Es la hora…
Post scriptum: “Somos lo que hacemos día a día. De modo que la
excelencia no es un acto sino un hábito”, Aristóteles.
*El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y
asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).