#LeerEntreLíneas: LA DICTADURA SEGÚN UN NOBEL

Por Francisco Ruiz*
Martes 23 de abril de 2025. Fue una tarde de primavera, durante la Feria
del Libro de Madrid celebrada en el Parque del Retiro en España, cuando
conocí a Mario Vargas Llosa. La fila para que el ganador del Nobel de
Literatura (2010), dedicara alguna de sus obras, se tomara una
fotografía o intercambiara breves palabras con alguno de sus seguidores
era interminable. La extensión era directamente proporcional a la
vastedad de la obra del también merecedor del Príncipe de Asturias de
las Letras (1986).
La admiración que allí se acumulaba era un reflejo del talento de Vargas
Llosa. Claro que también tenía críticos y opositores, pero esa tarde no
se quedaban, pasaban de largo, aspiraban a ignorar al merecedor del
Premio Miguel de Cervantes (1994), al miembro de la Real Academia
Española y de la Academia Francesa; los mismos pretendieron ser
indiferentes. Sin embargo, sus reacciones involuntarias, pero leales a
su padecer interno, los delataban. Sabían de la presencia del nacido
peruano y adoptado español. Siempre era así. La sola presencia del
intelectual, para muchos, representaba per se la incomodidad en su
manifestación más pura.
“Yo no creo que se pueda exonerar a México de esa tradición de
dictaduras latinoamericanas”, expresó Vargas Llosa sin limitación alguna
en 1990 a través de un programa de televisión abierta y, no conforme,
remató: “México es la dictadura perfecta. La dictadura perfecta no es el
comunismo, no es la Unión Soviética, no es Fidel Castro. Es México,
porque es la dictadura camuflada de tal modo que puede parecer no ser
una dictadura, pero tiene, de hecho, si uno escarba, todas las
características de la dictadura. La permanencia, no de un hombre, pero
sí de un partido, un partido que es inamovible… Una dictadura que,
además, ha creado una retórica que lo justifica, una retórica de
izquierda… Al igual que las otras dictaduras latinoamericanas fue
incapaz de traer la justicia social…”.
La reacción de uno de sus anfitriones, también escritor y también
ganador de un Nobel de Literatura (1990), Octavio Paz, respondía
prácticamente refunfuñando: “me gustaría hacer una pequeña rectificación
por amor a la precisión intelectual: yo hablé de sistema hegemónico de
dominación. Porque yo, como escritor y como intelectual, prefiero la
precisión. No se puede hablar de dictadura…”. Mientras, un muy joven
Enrique Krauze se inclinaba por el término “dictablanda”.
El amable lector disculpará lo extenso de la cita, pero, en esta ocasión
bien vale la pena transcribir las reflexiones de ambos personajes
quienes, a pesar de haber transcurrido tantos años y a haber trascendido
de este plano, nos siguen conminando al análisis concienzudo.
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa sí vivió 89 años, los cumplió el pasado
28 de marzo, a diferencia de su homónimo Jorge Mario Bergoglio, quien
murió ocho días más tarde, a los 88. El argentino que decidió
renombrarse como “Francisco” al iniciar su pontificado como homenaje a
la humildad que le caracterizó, así como a la orden religiosa a la cual
perteneció gran parte de su vida.
Dos Jorge Mario, dos latinoamericanos, con nexos europeos, ambos
intelectuales, con ideas críticas y contrastantes, entre sí y entre sus
iguales. Los dos con simpatizantes y detractores. Cada uno leal a sus
convicciones, luchando desde la trinchera de sus predilecciones.
Así, abrir paso a las nuevas generaciones es un deber, sin embargo,
aprender de quienes nos antecedieron es fundamental para crecer como
personas y sociedad. De otra manera, ¿de qué nos serviría habernos
equivocado tanto en el pasado?
Post scriptum: “No importa qué tan buena persona seas. Todos somos los
malos en la historia de alguien. Así que disfruta tu rol y al menos sé
un villano memorable”, Nicolás Maquiavelo.
*El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y
asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).