MARTÍN LAZO CUEVAS: Biografía del licenciado Omar García Harfuch

Por Martín Lazo Cuevas
Omar García Harfuch ha sido descrito de muchas maneras: “superpolicía”,
“halcón del Estado”, “rostro limpio de la guerra sucia”, “favorito del
poder”. Pero por encima de los adjetivos, hay una trayectoria que mezcla
sangre, inteligencia, resiliencia y cálculo político. Nació el 25 de
febrero de 1982, en Cuernavaca, Morelos, en el seno de una familia donde
confluyen dos mundos que rara vez dialogan sin tensión: el poder
político-militar y el espectáculo. Hijo de Javier García Paniagua,
exdirector de la temida Dirección Federal de Seguridad y del PRI más
rancio, y de la actriz María Sorté, Omar García Harfuch creció entre los
murmullos del PRI profundo y los reflectores del foro de televisión. Su
abuelo, Marcelino García Barragán, fue secretario de la Defensa Nacional
en los años del 68, cuando las bayonetas hablaban más fuerte que los
votos.
De aquella mezcla explosiva emergió un joven disciplinado que decidió
abrazar el camino del orden público. Se formó como abogado y más tarde
complementó su carrera con estudios en seguridad nacional en
instituciones de élite, como el FBI y la DEA. Pero no fue la academia lo
que le forjó el temple, sino la calle, el mando, la inteligencia
táctica, y sobre todo, la supervivencia. Su paso por la Policía Federal
y luego por la Agencia de Investigación Criminal lo colocó al centro de
operaciones de alto impacto contra el crimen organizado, justo cuando
México vivía su periodo más violento.
En 2019, Claudia Sheinbaum lo nombró jefe de la Policía de Investigación
y poco después secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México.
Ahí comenzó a construirse la leyenda urbana: el joven comandante que
modernizaba cuerpos policiacos, el negociador frío que reducía
homicidios sin aspavientos. Fue en ese cargo donde la muerte lo rondó
más cerca que nunca. El 26 de junio de 2020, un convoy del Cártel
Jalisco Nueva Generación intentó asesinarlo en plena capital. Sobrevivió
con heridas, pero también con un nuevo estatus: ya no era solo un jefe
policiaco eficaz, ahora era símbolo de la lucha frontal contra los
cárteles.
La política lo miraba con ambición. Se integró a las filas de Morena y
participó en el proceso interno para buscar la Jefatura de Gobierno
capitalina. Ganó las encuestas, pero fue desplazado en favor de Clara
Brugada por la regla de paridad. En vez de apartarse, se alineó. No hubo
ruptura, sino estrategia. Fue electo senador por la Ciudad de México en
2024 y en junio de 2025, Claudia Sheinbaum —ya como presidenta— lo
nombró Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana. El círculo se
cerraba. El policía de la capital ascendía al mando nacional.
Omar García Harfuch es, a los ojos de muchos, la cara presentable del
nuevo “mano dura” mexicano. Habla de inteligencia policial,
profesionalización, derechos humanos, pero también encarna la idea de
que para combatir a los monstruos del crimen organizado se necesita más
que discursos: se necesita un gladiador que haya sangrado en la arena. A
sus 43 años, Harfuch representa una continuidad moderna del viejo Estado
priista, con la narrativa progresista de la 4T. En sus manos está una de
las carteras más críticas del país, y con ello, el reto de pacificar una
nación que lleva casi dos décadas de duelo y fuego.
El tiempo dirá si su historia se escribe como héroe, como figura de
transición o como otro rostro más en el panteón de los que lo intentaron
todo… y no pudieron.

