LA COLUMNA DE MARTÍN LAZO CUEVAS


MARTÍN LAZO CUEVAS: Patrulla Espiritual: Cuando el Pueblo Salva al Pueblo



Por Martín Lazo Cuevas, con asistencia de Aurelia, asistente personal.

En Tijuana, Baja California, nació un fenómeno que no viene de las élites, ni de los escritorios alfombrados del poder, ni de las oficinas burocráticas donde se decide quién merece ayuda y quién no. Se llama Patrulla Espiritual, y es el grito de una comunidad que decidió no esperar más. Que decidió rescatar con sus propias manos a sus hijos caídos, a sus hermanos en adicción, a sus prójimos sumidos en la desesperanza.

Surgida en 2023 y encabezada por Jesús Ignacio Osuna Torres, mejor conocido como El Chiquilín, la Patrulla Espiritual recorre las calles de Tijuana, Rosarito, Tecate, Mexicali y Ensenada. En su camino recoge a personas en situación de calle y consumo activo de drogas, ofreciéndoles una beca gratuita de seis meses para rehabilitación en el centro cristiano JIREH. Les ofrecen comida, cama, orientación espiritual y, sobre todo, un acto de fe.

Pero más allá del formato, lo que verdaderamente representa la Patrulla Espiritual es la prueba viva de una ausencia institucional. En un país como México, donde las autoridades de salud —y en especial las de salud mental— juegan el rol de floreros decorativos, ubicados para adornar, pero sin verdadera acción, la existencia de iniciativas como esta duele y al mismo tiempo inspira.

Sí, inspira. Porque el pueblo está salvando al pueblo, justo como reza uno de los slogans más poderosos de la Cuarta Transformación.

Y sin embargo, también cuestiona, también incomoda. ¿Por qué tenemos que esperar a que un grupo de creyentes salga con su propio vehículo a buscar y rescatar personas que el Estado debió haber detectado, atendido, protegido? ¿Dónde está el censo de personas en situación de calle realizado por los Servidores de la Nación? ¿Dónde están las brigadas de salud mental, de prevención de adicciones, de acompañamiento humano?

El gobierno federal ha lanzado una campaña contra el fentanilo con un eslogan directo: "El fentanilo te mata". Y sí, es un mensaje correcto, necesario, fuerte. Pero es también una confesión: todavía no hemos entendido la magnitud del problema. Todavía no se ha interiorizado que la prevención no puede reducirse a spots o carteles. Hace falta contacto, calle, comunidad, rostro a rostro.

Parafraseando al propio presidente Andrés Manuel López Obrador, quien en su momento afirmó que en México no existía el problema de la drogadicción, hoy vemos con claridad que esa negación no otorgó solución. Muy por el contrario: invisibilizó la existencia de una red nacional de más de 100,000 camas en centros de rehabilitación privados, atendidos mayoritariamente por familias, por iglesias, por organizaciones civiles que no reciben ni un peso del gobierno, pero lo dan todo por salvar una vida.

Negar el problema fue cerrar los ojos. Pero la realidad no se borra por decreto. Y ahí están los testimonios: los jóvenes que hoy están vivos porque alguien de la Patrulla Espiritual les habló bonito, les tendió la mano, les dijo “tú vales oro, corazón”, y los subió a una camioneta no para exhibirlos, sino para ofrecerles una salida.

No todo ha sido perfecto. Hay controversias, hay críticas, hay errores humanos. Se han documentado casos duros, incluso fallecimientos, y están bajo investigación. Pero no se puede negar la profundidad social y espiritual del fenómeno. No se puede ignorar su capacidad de movilizar esperanza en un contexto donde la indiferencia institucional se ha vuelto norma.

Y entonces, la pregunta inevitable:
¿Por qué no está el gobierno ahí?
¿Por qué no hay una estrategia nacional de rehabilitación?
¿Por qué no hay apoyo logístico, médico, psicológico, alimentario, para quienes ya están haciendo el trabajo que el Estado ha abandonado?

Por el bien de todos, primero los pobres.
Por el bien de todos, también los adictos, también las víctimas de las drogas, también las instituciones que los rescatan de las garras de las adicciones.
También quienes les dan albergue, alimento no solo físico, sino también espiritual.
Y sobre todo, quienes les dan amor: amor adulto, responsable, generoso y sensible.
Que es, tristemente, lo que le ha faltado al gobierno de la Cuarta Transformación en esta materia.

Pero hay esperanza. Y la esperanza vive en la gente.

Vemos con profundo beneplácito y orgullo el apoyo del pueblo. De esa gente de gran corazón que dona terrenos, que cede espacios, que ofrece su tiempo y sus manos para construir centros, casas de medio camino, albergues de paso y hogares de acogida con sentido humano.

Vemos con admiración la sensibilidad de nuestros compatriotas mexicanos y mexicanas en el extranjero, que siguen cada paso de este proyecto esperanzador, que se emocionan al ver que en su tierra aún brota la fe, la solidaridad, la lucha por los que no tienen voz.

Hemos escuchado con alegría que los hermanos de Honduras ya se están sumando.
Hemos sentido la ola de sensibilidad que se extiende por todo el continente.

Enhorabuena a quienes oraron, a quienes pidieron guía, luz y dirección.
Porque claramente, el poder superior les entregó la misión y la visión.
Y esa visión se llama Patrulla Espiritual.

Porque después de más de 30 años de historia de centros de rehabilitación en Baja California, aún hay carencia, aún hay abandono. Y fue esta nueva generación la que dijo basta.
Y fue esta Patrulla la que se puso en acción.
La que salió a las calles a mirar a los ojos a los olvidados, y con voz tierna pero firme, les preguntó:

"¿No te han dicho que eres un tazo dorado, mi amor?
¿No te han dicho que tú vales oro, corazón?"

A las organizaciones de prensa, grupos periodísticos, periodistas de carrera, periodistas de corazón, periodistas de acción:

Les invito con humildad y con respeto a que se pongan la mano en el corazón,
y se den un tiempo para visitar los centros de la Patrulla Espiritual.

Vayan, vean con sus propios ojos lo que es el trabajo social auténtico, el rescate humano, el amor al luto, y la liberación real de personas que vivían encadenadas al mundo oscuro de las adicciones.

Y si algo les toca el alma,
pongan su granito de arena.
Porque sí hace falta que unamos fuerzas todos.
Hoy más que nunca.