Supe de ti por las pláticas de
nuestra madre.
Me dijeron que moriste muy pequeño, todavía no cumplías un año,
a causa de una bronconeumonía.
No tuviste oportunidad de defenderte, te tocó la suerte de miles
de niños mexicanos.
La pobreza te convirtió en un angelito antes de tiempo.
Naciste como producto del amor y partiste ante la impotencia y
la inmensa tristeza de nuestros padres.
No pudiste celebrar tu primer cumpleaños, no tuviste piñata, ni
bolsitas de dulce, no pudiste abrir tus regalos, no conociste
amiguitos. Sin embargo con toda su pobreza, mis padres te amaron
con toda su alma y nunca te han olvidado, ni ellos ni yo, que
aunque no te conocí, siempre te he llevado en el corazón.
Dice mi madre, que cuando partiste nuestro Papá se iba al
trabajo, con una fotografía tuya y se ponía a llorar en medio de
la soledad que lo inundaba.
Cuanto hubiera dado por cambiar mi vida por la tuya, quizá tu no
te hubieras equivocado tanto.
Lo único que te hubiera pedido es que tuvieras los hijos que
tengo, todos ellos son maravillosos, como estoy seguro, tú lo
fuiste y en el cielo lo sigues siendo.
No sabes la falta que me has hecho, no sabes cuanto té extraño,
cuanto hubiéramos compartido, soñado y platicado.
Te quiero mucho hermanito, no me resigno a tu partida, no te
conocí, pero te llevo en el alma, en los genes, en mi mente, en
todo.
Tu recuerdo me trasmina los poros, te sudo, te siento, eres mi
referente, mi tierno amigo, un recuerdo siempre presente.
Después de tu partida, nuestros padres se mudaron del Mante para
Torreón. Ahí nacimos tus seis hermanos.
Esther, Margarita, Martha, Juan, Bety y yo. La vida para
nosotros tampoco fue fácil, pero en la pobreza, crecimos unidos,
con el apoyo de nuestros viejos, que con todo su amor
proletario, nos brindaron el ejemplo de su esfuerzo y coraje.
Quizá por ello toda mi vida he sido rebelde, frente a un sistema
injusto y desigual, la rebeldía no la aprendí en los libros, la
mame de nuestra madre Beatriz, la costurera bendita y la heredé
de nuestro padre Rubén, el carpintero, antes corajudo, hoy
apacible y tierno abuelo.
Muchas cosas me ha tocado vivir, muchas luchas, muchas
tristezas, muchas alegrías, mucho de todo, pero todo ello me
hubiera gustado haberlas vivido junto a ti, con toda su
intensidad.
Por ejemplo para acarrear el agua de la casa, nos hubiéramos
turnado un día tú y otro yo, o tu jalarías la manija del carro
de baleros y yo lo empujaría por detrás; a misa nos habríamos
ido juntos de madrugada; para aprender andar en bicicleta tu
habrías sido mi maestro y hubiera aprendido a utilizarla, sin
tantas caídas y raspones; en el barrio me habrías defendido de
los mayores y los gandallas; en el trompo, el balero, las
canicas, el yoyo, el pocito matón, el velit, el chinchilagua y
en el brinca tu burro, habríamos sido pareja e intercambiado
barajitas.
Entre Juan, tú y yo bañaríamos a nuestro perro el Dandy, le
limpiaríamos las pulgas y lo sacaríamos a pasear.
Las tareas serían menos aburridas y juntos saldríamos a jugar
fut o beis al campo de la 18.
La responsabilidad de cuidar a tus hermanas, las mas grandes nos
la hubiéramos repartido.
Siempre han sido muy solidarias, las quiero mucho, pero no era
fácil cuidarlas a las tres y espantarles a los pretendientes.
En navidad fabricaríamos portales de nacimiento o pintaríamos
mezquites para venderlos como arbolitos de nochebuena.
En verano, nadaríamos en las lagunas de las aguas negras, que se
formaban donde hoy esta la central de abastos de Torreón.
Para cobrar las cuentas de los marcos que vendía mi padre, tú
pedalearías la bicicleta enorme que tenia mi papa, marca
“Búfalo” y yo me montaría en los diablitos y me agarraría de tus
hombros, para juntos irnos a Gómez Palacio, la Metalúrgica o el
Ejido San Miguel. Juan, tú y yo nos iríamos los domingos a la
Plaza de Toros de Torreón a las funciones de la Lucha Libre,
para ver a Blue
Demon, al Santo, al Carnicero Galindo, a Ray Mendoza o al
Huracán Ramirez.
Compraríamos bolsitas de semillas y nos divertiríamos viendo a
Juanito, nuestro hermano menor, chiflando y gritando desde
gayola.
En las noches para soportar el calor de Torreón, nos
acostaríamos en el patio de tierra de la casa de la calle 17.
En las camas de tijera y lona, nos pondríamos a contar
estrellas, hasta quedarnos dormidos soñando con hadas, duendes y
madrinas, que al cabo eso no costaba nada.
En la mañana entre los dos moleríamos el maíz y le daríamos de
comer a los pollos, gallinas y puercos de la improvisada granja
familiar
Cuando llegara nuestro tío Rudy, le pediriamos que nos enseñara
a jugar ajedrez y nos platicara de sus andanzas y amoríos, que
nos contara de la Revolución Cubana y las luchas socialistas de
Campa y de Vallejo.
Y de pasada como que sin querer, que nos diera nuestro domingo,
para comprar dulces, gansitos o jícamas con chile, de las que
vendía el tío Pepe.
Con nuestro abuelo “Pa’eto”, nos iríamos en la camioneta GMC al
rancho del “tío chimiano” a cortar y comer todo lo que nos
cupiera en la panza, de melones y sandias.
Las que sobraran las venderíamos en el barrio y la tía Petrita
nos daría nuestra propina dependiendo del tamaño de la venta.
En la tarde jugaríamos con el mecano que mi tío Rudy nos regalo
y de niño, tanto disfruté, luego nos bañaríamos a bote limpio en
el baño improvisado, hecho a base de palos y cartones, con
agujeros por dondequiera, donde se colaba el aire del frió seco
del invierno lagunero.
Para no hacer tan aburrido el acto de bañarse, encenderíamos el
radio, lo sintonizaríamos en “radio variedades” para escuchar a
“Penélope” de Joan Manuel Serrat, o “Demasiado Amor” de Led
Zeppelín.
En el mes de febrero, haríamos engrudo, conseguiríamos carrizo y
papel periódico para formar los mejores papalotes del mundo, que
volaran tan alto como nuestros sueños.
Te prestaría el guante de béisbol que me regalo el tío Ubaldo y
juntos coseríamos con cáñamo, las pelotas usadas de béisbol,
para reutilizarlas.
También me ayudarías a desarmar la bicicleta para engrasar los
balines y enderezar las llantas, luego nos iríamos a entrenar
box en el gimnasio del pajarero mi entrenador, tú serias mi
sparring o yo el tuyo.
Para completar la jornada jugaríamos carreras alrededor del
bosque, y si de repente nos cruzáramos con dos morras, le
sacaríamos platica, las invitaríamos a tomar un helado de nieve
y una agua celis en el quiosco de la alameda, o si trajéramos
para el camión, nos iríamos a la plaza de armas, a escuchar
rolas de lo setentas en la rockola de la plazoleta
.
Yo escogería “Let it Be” de los Beatles y Nacido en Bayou de los
Creedence. Tal vez tu quisieras escuchar “Cuando un hombre ama a
una Mujer” o “Mujer de Magia Negra” de Santana.
Con dos años más que yo, serias el galán del barrio y yo tu
alcahuete.
Más grandes marcharíamos por las calles con el puño en alto,
gritando consignas libertarias, contándonos nuestras cuitas,
apoyándonos, cuidándonos. burlándonos de nosotros mismos.
Pudieras haber sido mi maestro de baile, o mi consejero en
materia sentimental, o tal vez también pudiera haber sido al
revés, aunque no se de que te hubiera servido, porque en ese
tema soy un fracaso.
En Saltillo tu habrías sido rockero y yo tu fan, Ingeniero y yo
tu chalán o Quijote y yo tu escudero, viviendo en casas de
asistencia, cuartos de renta o durmiendo juntos en las bancas de
la alameda.
Entre locos, poetas, trovadores y bohemios, juntos hubiéramos
revolucionado al doble esa sociedad tan contradictoria, donde
conocí mucha gente de la que tanto aprendí y tanto extraño.
Imagínate como habría sido, cuando juntos descubriéramos, la
filosofía marxista, la dialéctica y el materialismo histórico.
Tú arriba de la cama y yo en el suelo leyendo el manifiesto
comunista o el quehacer de Lenin.
Leeríamos juntos a Castells, Lojkine, Topalov. Althousser,
Lefevbre, Monsivais, Hemingway. Tu leerías “La Noche de
Taltelolco” de la Poniatowska y yo “El Diario del Che Guevara”.
Escucharíamos las primeras canciones de Silvio Rodríguez, las de
Roy Brown, las de Antonio Cabán Vale “el Topo” y por supuesto
las de José de Molina. Te invitaría al cine para ver a “Estado
de Sitio” y “Z” de Costa Gavras, o el “Ultimo Tango en París”.
Haríamos un Cine-club universitario y difundiríamos las
películas vetadas en los setentas, denunciaríamos el golpe de
estado y la masacre de las dictaduras chilena y Argentina.
Mostraríamos al mundo la actitud gallarda y valiente del Doctor
Salvador Allende, de Miguel Henríquez, de Santucho y de tanto
luchador social, caído en combates desiguales.
De entrada nuestro padre se hubiera encabronado, porque en ese
tiempo, era un hombre de dogmas.
Cuando supo que me incorpore a las luchas de la izquierda, me
echo un sermón de varias horas.
Al final yo lo convencí y hoy es mi apoyo moral y seguidor de
cuanta bronca me meto.
Sigue siendo católico y solemne, pero también tiene pensamiento
social, apoyó a Cuauhtémoc Cárdenas en el 88 y hoy creo que
hasta simpatizante zapatista se ha convertido.
Luego nos iríamos a Tijuana y ahí esperaríamos de madrugada en
las colonias populares, las ollas de concreto, para construir
empinadas rampas en la Libertad, la Sánchez Taboada, el Tecolote
o en Rosarito nos iríamos a Puerto Nuevo a comer langostas con
frijoles y tortillas de harina.
Acompañados de Sergio Brown, que aunque no le entenderías nada,
aprenderías a quererlo tanto como lo quiero yo, por su bonhomía
y sinceridad, ahí cerquita te llevaría a cortar flores al vivero
de mi amigo Octaviano para que se las llevara a tu novia,
amante, esposa o lo que fuera.
Yo te apoyaría para que el Diputado fueras tu, aunque hoy es un
oficio en desprestigio y no se si aceptarías pero yo te
acompañaría en lo que se te diera la gana.
Tal vez la “Revu” no te gustara, o quizá si, pero en donde
anduvieras, yo estaría a tu lado, para terminar la noche, en la
cuneta de la banqueta de la casa, te invitaría un tequila o
“unas chelas”, para pedirte uno o varios consejos o simplemente
solo por la alegría de estar juntos, me emborracharía de
alegría, junto a ti hermanito querido.
Para curarnos la cruda nos iríamos a comer una birria picosa
hasta la madre, a los restaurantes de la colonia Pancho Villa de
Tijuana y ya medio emparejados, agarraríamos las palas y
carretillas, para construir rampas y escaleras con los mixtecos
de la colonia Obrera y después echarnos una cascarita de
Básquetbol a la cancha de la Miramar donde te presentaría a Chuy
Segura, con el que te cagarías de la risa, con tantas
ocurrencias que platica.
En Chiapas, si fueras tan pecador como yo le pediría a don
Samuel que te confesara y de penitencia te ordenara andar
siempre conmigo y cuidarme, para que se te quitara lo canijo. Te
llevaría al rió a bañarnos y babosear de todo lo que se nos
ocurriera.
Luego te llevaría a Cuba, te presentaría a Fidel, y le pediría
te recetara una pequeña charla, mínimo de 8 horas, empezando
quizás a la una o dos de la mañana.
Aunque son largas las reuniones, no te aburrirías, ese señor
tiene un disco duro en la cabeza, de varios millones de “Gigas”
de memoria y aunque los gringos no lo quieren, me parece que le
preocupa una soberana chingada. Cuando menos el apetito no se le
ha quitado, tiene muy buen diente y una fortaleza anímica
envidiable.
Ya un poco más viejos, haríamos un pacto, cuando uno de los dos
muriera, el otro cuidaría a los hijos del que faltara.
Si de escoger se tratara yo pediría irme primero, tu serias
mejor que yo, no tengo la menor duda.
¿Sabes porque?, porque tu renaciste en cada uno de mis hijos,
todos tienen algo de ti y en conjunto son lo que tu hubieras
sido, mis mejores amigos y mis mejores compañeros de batalla.
Tu Papa Rubén y Tiche tu Mama, han sido tan buenos como padres,
como abuelos y por los ojos de mis hijos sigues viendo a
nuestros padres, y por su forma de ser, tu sigues siendo parte
de mi vida, que aunque te jugó rudo, juntos la burlamos y
renaciste en el alma de tus sobrinos, que a la vez son tus hijos
y la prolongación de tu vida misma.
Así, que como quien dice, la huesuda mascó mecate.
Hermanito Rubén, luego te seguiré escribiendo, esta maquina que
se llama computadora, me avisa que la batería se esta acabando.
A tu salud le pediré uno o varios tequilas a la azafata, en este
momento voy arriba de un avión, llegando a México te mandare
esta carta al cielo para que te la entreguen.
Solo te voy a pedir que no te pegue la nostalgia como a mí no
llores; las lágrimas que se me salieron son cuenta de los dos.
Por último hermanito, te doy las gracias, por recordarme de
donde vengo, de donde soy, donde están mis orígenes, que son los
tuyos.
Eso me fortalece para las próximas batallas, que estoy seguro
serán mas duras que las anteriores, pero sé que ahora ya no
estaré solo, tu estarás conmigo y junto a nuestro pueblo, que
nos vio crecer y luchar, hombro con hombro, venceremos a la
adversidad o aunque nos fuera mal, o si ganamos o perdemos será
lo de menos, lo principal es que a ti y a mí, ya nada nos podrá
separar, estamos y estaremos juntos siempre hermanito Rubén,
carnalito de mi alma y de mi vida.
(Carta escrita en el año 2002)
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