16 de agosto de 2022

 

En memoria de mi padre
Mi añorable colonia Industrial

Ernesto Sosa Rocha

En 1956, mi papá Alfonso Sosa Zapata, entra a trabajar a C.F.E., por la fiel amistad que guardaba con Don Juan Carboni, por cuestiones del Partido Comunista al cual ambos pertenecían.

Cuando nos cambiamos a la colonia Industrial, él seguía de empleado en C.F.E. y pertenecía al Sindicato de Electricistas, (SUTERM), fungiendo como Secretario del Trabajo dentro del Comité. Lo admiraba yo desde niño, porque imponía respeto y una recia personalidad en su carácter, como un verdadero líder nato que sin necesidad de tanto grito, manejaba la situación cordialmente.
Muy culto y muy leído, y buen amante de la música clásica. En la sala de mi casa solía escuchar un antiguo fonógrafo de cuerda, marca Edison, que había traído directamente desde la ciudad de Zacatecas, en uno de esos viajes a su ciudad natal (San Luis Potosi).

En ese aparato tocaba sus discos preferidos, que iban desde huapangos veracruzanos, música clásica, huastecas y muchos otros más que componían su colección personal discográfica. Algunos discos eran tan añejos que solo por un lado tenían música y el acetato era más grueso que el normal. El aparato tocaba los discos con una aguja gruesa que parecía clavo, y para bajarle al volumen, manejaba una palanquita mecánicamente que transportaba una bola aterciopelada de tela comprimida, que venía montada en un vástago, que al tapar la corneta interior del fonógrafo se bajaba el volumen, y al retirarla subía el volumen, era la forma anticuada y manual con que tocaban estos aparatos, porque el sonido que emitía era tan rápido, que no era tan nítido como el de hoy.

Al terminarse la cuerda, tenías que darle vueltas a la cuerda hasta que topara. A los lados del mueble tenía unas puertitas donde se encontraban unos compartimientos con rejillas, donde guardabas los discos en forma vertical. En la parte de abajo de ese mueble, que es donde me escondía yo, cuando hacia una travesura o sabia que me iban a zumbar mis padres por alguna falta cometida o desentender alguna orden.

Un día mi hermano Luis Jesús Sosa Rocha y yo, estuvimos insistentemente dándole cuerda hasta que sé descuerdó, desde ahí no volvió a tocar jamás el viejo fonógrafo de mi padre. Por lo general, casi siempre me recordaba esa grave travesura, porque era su máximo tesoro.

Al salir del trabajo y llegar a casa, la primera acción que realizaba, era prender a todo volumen la música de su viejo fonógrafo, que algunas veces le tocaba un disco rayado, eso originaba una repetición constante de un fragmento de la canción, causándonos unas risotadas a mí y a mi hermano, por ese detalle.

El solamente al acomodarse en el viejo sillón, quería disfrutarla. Cuando eran fines de semana se sentaba en su pequeña barrita licorera, se servía un coñac Martell medallón o simplemente un whisky Jhonny Walker, etiqueta negra o roja, y se ponía a escuchar su música preferida.

Esa barrita estaba llena de historia, porque por lo general, mi padre la utilizaba para las visitas constantes de sus compañeros de trabajo y del partido. En la parte trasera de la barrita estaba colocado un espejo de fondo, con dos calcomanías pegadas con la swástica nazi y una calavera y letreros chuscos como el de ¨Solo borracho o dormido se me olvida lo jodido¨. La barrita contaba con dos bancos giratorios con cojines redondeados de color verde seco y una bocina grande acondicionada en su interior, cubierta por un póster de colores de un estilo psicodélico, en donde cómodamente bebían y escuchaban su música acostumbrada.

Puro aprendiz de comunista mirabas en la sala de mi casa. Ahí se ponían a platicar del debacle del socialismo a nivel mundial, de Heberto Castillo y sus ideales, de las cartas de agradecimiento que les enviaba Fidel Castro desde Cuba, apoyando al partido, ahí se componía el mundo en unas horas.

Ya entrados en copas, mas tarde se escuchaba una voz aguardentosa de uno de ellos, convertido en tenor de primera, como recién salido de la Escala de Milan, interpretando afinadamente ¨O´sole mío¨, estilo Pavarotti. Eso me llamaba ampliamente la atención, porque lo interpretaba de una manera tan intensa y entonada, que me incitaba a investigar quien estaba ejecutando de esa forma magistral dicha melodía. Que sorpresa me llevaba al mirar a Don Emilio Chávez Luzanilla, que mi padre le decía ¨El Pachas¨, haciéndolo de una manera profesional, realmente siempre fueron grandes amigos los dos.

En esa barrita bebían plácidamente, él Lic. Rafael Martínez Retes, don Alfonso Posada, Don Gabriel Galván, Dr. Julio Prado Valdez, mi tío Jesús Sosa Rangel, inclusive en una ocasión estuvo Renato Leduc y una infinidad de amigos que desfilaron por ese mueble repleto de botellas mágicas y copas hechizas.

Mi madre, una mujer hiperactiva dedicada 100% al hogar y al buen funcionamiento de sus labores domesticas, que con tanto esmero y dedicación infatigablemente las realizaba. Siempre anteponiendo su amor maternal hacía nosotros, sus hijos. Mi padre frecuentemente le recalcaba a ella ¨eres como una autentica madre puma, que protege a sus cachorros pase lo que pase¨.

Eso sucedía en la recién estrenada casa de mi rememorable y eternamente adorable colonia Industrial, donde aquí nacieron mis dos hermanos más chicos, Luis Jesús ¨El Sellos¨ y Lídice Maritza. Son tiempos inolvidables, que nunca se podrán nublar de mi vida, como huellas indelebles que quedan plasmadas en mi mente, él sólo ir recordando algunos pasajes de mi vida por estos lares, me regocija el alma dulcemente.

Fotografía de mi padre, Alfonso Sosa Zapata en un barquito en Ensenada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Contacto: reportemexico5.8@gmail.com y contacto@reportemexico.com Teléfono y WhatsApp 551 691 9601

 

 Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento 4.0 Internacional.