Ernesto Sosa
Rocha
Por la famosa
avenida Madereros, entre las calles ¨G¨ y ¨H¨ de
la legendaria colonia Industrial en Mexicali;
cuando nosotros llegamos a residir a este lugar,
ya habitaban aquí muchas familias de abolengo.
Al lado de nosotros vivían los Padilla Moreno.
Mi padrino de confirmación, Rubén Padilla Fierro
y doña Ofelia Moreno, lamentablemente hace poco
tiempo fallecidos los dos y que era el patriarca
y matriarca, de está familia, Gerente de la
Datsun, después Nissan Mexicali, por muchos
años.
De joven era
un gran beisbolista en sus tiempos y sus hijos
grandes amigos. Rubén y Fernando ¨El Borrego¨
Padilla Moreno, eran sus descendientes varones,
María Ofelia, Norma y Karla las mujeres. A
Fernando le decíamos Borrego por su pelo chino.
Siempre solíamos jugar mucho beisbol con ellos.
En la sala de
su casa es donde miraba yo de niño,
cotidianamente los partidos de béisbol de las
grandes ligas, en compañía de sus hijos, que
jugaban muy bien este deporte. Mirábamos mucho
los juegos de los Rojos de Cincinnati, con Pete
Rose, Johnny Bench, Joe Morgan, Ken Griffey y
David Concepción, como grandes jugadores del
momento, bajo el mando del entrenador Sparky
Anderson, mejor conocido como el ¨Capitán Hook¨.
En casa de los
Padilla, es donde nos reuníamos tradicionalmente
los amigos, durante las fogatas navideñas. Eran
barriles enteros de cerveza que se bebían entre
todos, puro liga mayor en chupar, asistían a la
celebración.
Al lado de la
familia Padilla, en la esquina de Madereros y
Calle ¨H¨, viven los España Jerez, que siempre
se dedicaban a ruletear taxis de ruta, como
buenos chóferes de taxis de la vieja guardia de
Mexicali.
Don Agustín
España era el pilar de la familia y su esposa
Doña Chayo Jerez, procrearon a sus hijos:
Fernando, Agustín ¨El Mono¨, Imelda ¨La Mona¨,
María Elena ¨Nena¨, Rosa y Graciela ¨Chela¨(+)
España. Jerez, hasta la fecha siguen viviendo
ahí.
Enfrente de la
familia España, estaba la maderería ¨Sierra de
Juárez¨, de Don Guillermo Dowling Castro. A un
ladito de su negocio ahí mismo residía. Era un
señor muy güero y muy alto, de origen irlandés,
que también era uno de los propietarios del
aserradero ¨Sierra de Juárez¨, enclavado en la
sierra del mismo nombre. Lugar de donde traían
toda la madera para los muebles que vendía
después de que desapareció la maderería y la
convirtió en mueblería. Él era tío del Lic.
Isidro Licon Dowling, exdirector de Seguridad
Publica.
Pegado a la
casa de Don Guillermo, habitaban los Márquez,
que les decían ¨los coreanos¨, porque al Papá le
apodaban ¨El Coreano¨. Todos ellos eran bien
peleoneros, a los pocos años vendieron la casa y
se mudaron.
A un lado de
los Márquez, vivía el Profesor Antonio de la
Rosa, su esposa María Elena ¨Nena¨ y sus hijos:
Armando y Antonio de la Rosa, que le decíamos
¨ñin¨. Un excelente amigo, que tuvo la desgracia
de fallecer hace 19 años, en un accidente
automovilístico, al circular a gran velocidad en
su pick up, durante el trayecto de San Felipe a
Mexicali.
A la siguiente
casa del profesor, habitaba la familia Escobedo
Barajas, con Don Eloy Escobedo Osuna, hermano
del ex líder de los Burócratas, Enrique Escobedo
Osuna. Don Eloy trabajaba en ¨Productos de
Barro¨, por la desaparecida finca del boulevard
Adolfo López Mateos, donde actualmente se
encuentra ubicado el supermercado Soriana.
La esposa de
Don Eloy, era Doña ¨Luchi¨(+), que se llamaba
María de la Luz Barajas y sus hijos, Teresa,
Carmelita, Rosalinda y Eloy, mejor conocido como
¨Bebo¨ (+). Familia muy estimada.
Por mi cera,
al lado Oeste de mí casa, habitaba un Sr. ya
mayor que le decían ¨Jessie¨, y luego residían
los Peña, Doña ¨Lupe¨ Ureña que era mama´ de
Felipe Peña Ureña, que tenia papelerías en
Mexicali. Doña Lupe vivía sola y al lado de
ella, residía la familia Camacho, con Doña
Carmen Camacho, donde vive Adriana Contreras
Camacho, la que era reportera y conductora de
noticias de Notivisa Canal 3, junto a su
familia.
Los Mendoza
habitaban al otro lado, Con Doña Esther y sus
hijos, que uno de ellos es él famoso beisbolista
Juan Carlos ¨El Zurdo¨ Mendoza, que en la cuadra
lo conocíamos como ¨El Gume¨, después estaba la
casa de Doña María, que su esposo y su hijo Luis,
trabajaban en el ferrocarril, enseguida estaban
uno departamentos y una construcción abandonada
y poco antes de llegar a la esquina de la calle
¨G¨, vivía un personaje de la memoria
mexicalense, Don Gregorio ¨El Chilacas¨
Escalona.
Ese gran
boxeador legendario, que había dejado huella en
el difícil deporte de los puños. Cuando lo
conocí de niño, nunca me imaginé que esa persona
tan seria y tan noble, había sido una gloria del
boxeo local.
Era una
persona muy mayor que se la pasaba leyendo y
viendo televisión, mientras su hermana, Doña
Clorinda, nos preparaba en catecismo para hacer
nuestra primera comunión. Juan ¨Johnny¨ Ranulfo,
Luis Jesús, mi primo Víctor y su servidor,
asistíamos puntualmente todos los días después
de salir de la escuela, menos los fines de
semana, a la antigua casa de madera con piso de
duela, donde residían Doña Clorinda y su hermano
Gregorio, que le decíamos Don Goyo, mas conocido
en el argot boxístico como ¨Chilacas¨…
Don Gregorio,
nos daba consejos, nos enseñaba su colección
fotográfica de sus memorables peleas, y alguno
que otro secreto del box, que efectuaba con
algunos movimientos físicos de su cuerpo, como
si los años no pasaran en balde sobre él.
Narraciones que nos contaba con mucha nostalgia
y enjundia a los niños ahí presentes.
A veces nos
daba miedo ir con Doña Clorinda, porque
comentaban en la cuadra que de día daba
catecismo y de noche leía las cartas, el tarot,
el café y practicaba la magia negra. Al verla
con su dentadura desdentada de mirada profunda y
con voz enronquecida, más temor nos transmitía.
Al enseñarnos catecismo Doña Clorinda,
aprovechaba para pedirnos de favor, que le
ayudáramos a vender unos dulces, para solventar
algunos gastos.
Los echaba en
una cajita de cartón y nos repartía entre todos
una cajita por cabeza, nos decía –para que los
promuevan entre sus amigos y familiares-. Al
siguiente día teníamos que entregarle el dinero
y la mercancía sobrante. Pues cuales ganancias y
cual mercancía, ninguno se paraba al siguiente
día, nos los comíamos todos. Pero la conciencia
y nuestra dignidad eran más fuertes que la
maldad. Después los pagábamos todos, en un acto
de arrepentimiento y de valores adquiridos.
Pero ya fue
tarde, Doña Clorinda ya no quería inculcarnos un
día más de sus amplios conocimientos de
catecismo, porque ya no nos aguantaba, ya que
todo lo agarrábamos de juego y no le hacíamos
caso.
A las semanas
tuvimos que cambiarnos de catequista, a la casa
de Doña Olga, que era suegra del short stop de
Los Águilas de Mexicali, Ali Uzcanga que acaba
de fallecer, ella vive por el callejón Mineros,
entre ¨H¨ e ¨I¨, en ese lugar tampoco terminamos
nuestra doctrina, por diferentes circunstancias.
Al siguiente
año, decide mi madre meterme directamente al
catecismo de la iglesia Inmaculada, a escondidas
de mi primo Víctor y de ¨Johnny¨, porque decía
que juntos éramos un desastre. Pero como todo el
tiempo ellos siempre me seguían para todos
lados, a los pocos días ya estábamos otra vez
juntos todos y en el mismo salón para variar.
Unas cuantas
semanas bastaron para separarnos de salón, y en
el salón donde me dejaron, tuvieron que mandar
dos catequistas mas de refuerzo para apoyar a la
que estaba originalmente impartiendo el curso,
donde por fin, después de varios meses,
concluimos nuestra primera comunión.
Fotografía de
su servidor Ernesto Sosa Rocha, durante mi
confirmacion y de mi hermana Lídice Maritza Sosa
Rocha, con nuestros padrinos de lujo, Rubén
Padilla Fierro y María Ofelia Moreno en la
iglesia Inmaculada de la colonia Industrial. |