ERNESTO SOSA
En una bahía
desierta
del antiguo Mar de Cortés
nace un pueblo pesquero
por causa de un gran pez.
Totoaba lleva
por nombre
vistoso ejemplar de que hablar
dando sustento al buen hombre
y al Colorado va desovar.
Desde lejos
los pioneros
por la costa van remando
con chinchorro totoabero
las totoabas van pescando.
Los primeros
pobladores
con los cueros de pescado
como buenos constructores
San Felipe van forjando.
Con temple
siempre sortearon
las redes ágilmente esquivaron
y con pólvora las atraparon
hasta su población diezmaron.
Brillando como
estrellas
circulando entre las olas
simulando ser doncellas
porque quieren estar solas.
Pescadores te
atrapaban
y su buche lo salaban
orientales te compraban
cuando el resto lo tiraban.
Una sopa
deliciosa
de tus entrañas cocinar
aunque nunca eres ociosa
al tu carne saborear.
Un firme
atalaya imponente
permanece vigilando la bahía
a la brisa del mar exponente
es el Cerro del Machorro como guía.
Extenso y
mítico el muelle
aguas que oscilan al navegar
barcos al paso del viento con fuelle
sobre murallas de piedra al atracar.
Una luz titila
de la tierra
mientras hombres en altamar
te divisan donde quiera
como firmamento estelar.
Sin ninguna
distinción
la rutina por vivir
en peligro de extinción
imposible su destino predecir.
Esfuerzos en
si soslayan
de proteger lo que queda
que cada año se vayan
miles de ejemplares en veda.
Ya prohibido
está pescarlas
ni en la pesca deportiva
sólo resta ya salvarlas
en su lucha por la vida. |