Seis centurias de
evolución de Tlatelolco han asomado a través de
reducidos pozos de excavación, en los que especialistas
del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH),
institución de la Secretaría de Cultura del Gobierno de
México, han registrado en el último mes importantes
elementos, entre ellos un entierro infantil
prehispánico, un apantle del periodo virreinal temprano
y un basurero de finales del siglo XIX e inicios del XX.
La Coordinación Nacional de Arqueología, mediante la
Dirección de Salvamento Arqueológico, y el Proyecto
Tlatelolco han efectuado estas exploraciones a solicitud
del Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), de
la Universidad Nacional Autónoma de México, ante la
realización de estudios geotécnicos para comprender el
asentamiento diferencial del edificio, obra de Pedro
Ramírez Vázquez y otrora sede de la Secretaría de
Relaciones Exteriores.
Como refiere el director del Proyecto Tlatelolco,
Salvador Guilliem Arroyo, el nombre de la ciudad mexica
es una castellanización de la palabra nahua xaltilolli,
“sobre el montículo de arena”. La inestabilidad del
terreno explica que los hundimientos fueran un problema
a resolver desde su fundación, de ahí que, por ejemplo,
“en las esquinas norte del Gran Basamento, así como del
Templo Calendárico, hemos detectado rellenos de cantera
para renivelar”.
La Zona Arqueológica de Tlatelolco corresponde a una
cuarta parte del recinto ceremonial que se extendía 400
metros por lado, perímetro que incluye al CCUT, por lo
fue necesario intervenir en puntos donde se introducirán
barrenos para los análisis de mecánica de suelos. En
total se excavaron cinco pozos, de dos metros cuadrados,
y en tres se localizaron vestigios significativos.
La arqueóloga al frente de la excavación, Arely
Maldonado Luna, refiere que en el punto donde se
explora, próximo a la avenida Ricardo Flores Magón, en
la década de 1960, el arqueólogo Francisco González Ruz
reportó un templo-basamento rectangular con escalinata
al poniente, similar al Altar-Tzompantli o Templo A,
localizado al norte de la zona arqueológica.
El fragmento que se excava, a poco más de un metro de
profundidad del nivel de suelo, corresponde a la cima de
ese edificio, como lo apunta el acomodo de piedras de
basalto y tezontle; un contexto que se salvó de ser
afectado por la introducción, relativamente reciente, de
tubería hidráulica.
La investigadora resalta el hallazgo de un entierro
infantil en uno de los perfiles del pozo, el cual,
posiblemente, corresponde a un individuo femenino, como
hace suponer la ofrenda asociada de piezas cerámicas y
malacates, cuyo uso en tiempos prehispánicos se
vinculaba a actividades de mujeres.
La temporalidad del contexto se ha establecido hacia el
siglo XV, puesto que el estilo cerámico de una olla, un
plato y un par de cajetes es Azteca III Tardío
(1400-1521 d.C.), el de mayor refinamiento en cuanto a
la manufactura por los trazos regulares y finos de su
decoración, soportes innovadores respecto a piezas de
periodos previos, y sus esbeltas paredes.
Por la profusión de elementos ofrendados y el lugar de
la inhumación, “es probable que el o la infante
perteneciera a la élite tlatelolca”, sostiene Maldonado
Luna al indicar que se espera extender la excavación
para recuperar la osamenta completa, cuyo estado de
conservación es frágil, y los objetos cerámicos, los
cuales serán motivo de microexcavación para saber si
fueron depositados con algún contenido orgánico.
Por otra parte, en la anexa Unidad de Vinculación
Artística del CCUT, el arqueólogo Javier Laue Padilla
detectó un apantle de 40 centímetros de espesor, el cual
operó en la época colonial temprana (s. XVI), y
distribuía agua a la población sureña de la ya para
entonces república de indios, proveniente de la caja de
agua del imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco,
localizada a escasos metros de ahí.
El investigador destaca la reutilización que se hizo en
ese tiempo de los materiales de las construcciones
prehispánicas, como lajas de basalto y piedras careadas
de tezontle en sus paredes, pero cuya tubería es de
cerámica, “lo que demuestra la adecuación del sistema
hidráulico ibérico al que se tenía en el Altiplano
Central mesoamericano”.
Un ejemplo más fue el registro de un basurero histórico,
al oeste del CCUT y sur de la entrada a la zona, donde
se hallaron objetos miniatura, como soldaditos de
cerámica y una copa de hueso trabajado. El arqueólogo
concluye que estos limitados fragmentos explorados suman
al rompecabezas del devenir de Tlatelolco.
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