Escrito por Teresa C. Ulloa
Ziáurriz
28 junio, 2022
En nuestro trabajo contra la trata y la explotación sexual, nos
ha tocado atender a víctimas trans, gays y lesbianas que fueron
tratadas y explotadas sexualmente. Muchas de ellas cruzaron la
frontera con su intención de llegar al sueño americano y se
encontraron con la pesadilla mexicana de la zona de tolerancia
de Tapachula. La mayoría eran de nacionalidad hondureña, pero
también hemos atendido a víctimas mexicanas. Conociendo sus
historias y las humillaciones de que fueron objeto, no nos cabe
la menor duda de que sus derechos humanos fueron gravemente
violados.
Nadie nos puede decir que no las reconocemos como seres humanos
titulares de todos los derechos humanos, ya que les dimos un
trato ético y empático, igual que todas las otras víctimas que
hemos atendido.
Y la verdad, las historias y los derechos de estas víctimas
estuvieron ausentes ayer en la “Marcha del Orgullo GBTTTIQ+”, a
pesar de que se dijo que sería una marcha contra la violencia
hacia las mujeres y contra la misoginia.
Y ¿por qué no incluyo la “L” en el acrónimo con el que se
designa a este sector de la población vulnerable? Pues porque
tampoco sus demandas y sus realidades se vieron reflejadas ni en
la marcha, ni en general en su agenda.
Aunque pueda parecer algo absurdo a estas alturas, creemos
necesario señalar que una lesbiana es una mujer que se siente
atraída sexualmente por otras mujeres y mantiene relaciones
sexoafectivas con otras mujeres. Es decir, la orientación
sexual, tal y como su propio nombre indica, es por sexo.
En los últimos años, a nivel internacional, se ha intentado
presionar a las lesbianas para que utilicen términos más
“inclusivos”. Sin embargo, estos términos no son específicamente
de mujeres y, por tanto, son una herramienta más para
invisibilizar las experiencias exclusivamente lésbicas y la
discriminación específica que sufren las lesbianas que, por
supuesto, además de ser discriminadas por su sexualidad,
comparten la opresión con base en su sexo con las mujeres
heterosexuales.
A las ya tradicionales conductas correctivas que vulneran los
derechos de las personas homosexuales, ahora se suma a través de
esta ideología la negación de qué es ser lesbiana.
Y es necesario repetirlo: las mujeres lesbianas son víctimas de
la lesbofobia y la lesbomisoginia y sufren una doble
discriminación, violencia, sojuzgamiento y opresión, por ser
mujeres y por su preferencia sexual.
Pero lo que más indigna es que se use a el sector de la
diversidad sexual para intereses políticos, justo ahora que se
encuentran en campaña anticipada para la precandidatura a la
presidencia de la República, entre Claudia Sheinbaum y Marcelo
Ebrard.
A mí me parece que con el afán de reflejarse como inclusivos y
progresistas, ambos se han volcado a impulsar políticas públicas
en favor de esta población, pero creo que el día de ayer, sobre
todo, Claudia Sheinbaum procedió con un cálculo erróneo al abrir
el carnaval que se ha convertido más que en una marcha, en un
evento comercial y no un evento donde se levanten las demandas
de ese sector, como era al principio.
Y decimos que es un pésimo cálculo porque, cuando al sector de
la diversidad sexual se le festeja, se le cuida y se le
acompaña, mientras que a las marchas de mujeres, el 24A, el 8M,
el 28S y el 25N, se nos recibe con vallas de acero, con
escuadrones de la policía capitalina especialistas en
encapsulamiento y las Ateneas, con gases lacrimógenos, patadas,
golpes, etcétera; porque las marchas feministas levantan
banderas contra la violencia contra las mujeres, el feminicidio,
la desaparición de mujeres y niñas, por el ILE en todo el país y
contra la impunidad.
Creo que no toman en cuenta que las mujeres representamos el 52
por ciento de la población de este país y el 53 por ciento del
padrón electoral. Por eso insisto en que fue un mal cálculo,
como se puede apreciar en los siguientes datos:
Las Mujeres en México somos:
El 52 por ciento de la población de nuestro país.
El 53 por ciento del padrón electoral nacional.
De los 60 millones de mexicanas y mexicanos que viven en pobreza
extrema, el 70 por ciento son mujeres y sus hijas e hijos.
7 de cada 10 mujeres han sufrido una violación o un intento de
violación.
7 de cada 10 mujeres sufren algún tipo de violencia, ya sea
física, verbal, psicológica, sexual, económica, institucional,
digital o política.
Diariamente desaparecen 17 mujeres y niñas son víctimas
Las mujeres que trabajan reciben en promedio 25 por ciento menos
de sueldo que los hombres.
Las madres solteras y mujeres divorciadas, solas, viudas o
abandonadas jefaturan el 33 por ciento de los hogares mexicanos.
En 1996, el doctor Rafael Ruiz Jarrell en estudio sobre las
mujeres y la justicia consignó que de cada mil homicidios de
hombres se castigaba a 256 homicidas, mientras que de cada mil
homicidios de mujeres se castigaba solo a 76.
El 70 por ciento de la población analfabeta de nuestro país son
mujeres.
Aunque contamos con congresos paritarios, esto no ha traído como
resultado que la paridad sirva a las mujeres.
También contamos con paridad en todo, pero eso tampoco a tenido
resultados a favor de las demandas de las mujeres.
Y cuando decimos que fue un mal cálculo, nos referimos a que
nuestros votos cuentan, aunque no tengamos respuesta a nuestras
demandas y precisamente porque no tenemos respuestas es que
marchamos para mostrar nuestra digna rabia. Porque nuestras
marchas son de lucha y de protesta, y lo seguirán siendo hasta
no obtener respuestas con la debida diligencia, hasta no obtener
justicia.
Que también escuche el Poder Judicial Federal y la Suprema Corte
de Justicia: la paridad debe servir a los intereses de las
mujeres, basta de simulación, cuando la corrupción y la
impunidad judicial sigue rampante en los Juzgados de Distrito
tanto de amparo como de procesos penales federales.
Y me temo que, precisamente por eso, resultamos ser un grupo
incómodo que hay que reprimir, encapsular y montar defensas de
tres metros y medio para defender los edificios gubernamentales,
en lugar de dar respuesta a nuestras demandas.
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