Escrito por Berenice Chavarría
Tenorio
04 julio, 2022
“–¿Por qué piensa que nosotros necesitamos mujeres en el
espacio?
–Por la misma razón que necesitamos hombres en el espacio. Si
vamos a enviar a un humano al espacio, enviamos al más
calificado. En algunas áreas las mujeres tienen mucho que
ofrecer. En otras, los hombres.
Deberíamos usar a los dos”.
–Geraldyn “Jerrie” Cobb
A inicios de 1960, 13 aviadoras intentaron alcanzar nuevas
alturas para las mujeres a través del proyecto secreto Mercury
13; sin embargo, el machismo de la época se dedicó a obstruir
sus caminos para llegar al espacio, un lugar cuya pertenencia
también fue asignada a los hombres.
El encargado de diseñar este proyecto fue el jefe del Comité
Espacial de Bioastronáutica de la Administración Nacional de
Aeronáutica y el Espacio (NASA, por sus siglas en inglés),
William Randolph Lovelace II.
Lovelace aplicó pruebas a la aviadora Geraldyn “Jerrie” Cobb que
normalmente se realizaban solo a hombres astronautas. El
resultado fue tan asombroso que el científico decidió convocar a
otras mujeres para hacer los mismos exámenes y que, de esta
manera, llegaran al espacio a través de las misiones para pisar
la luna por primera vez.
Las mujeres permanecieron en tanques de aislamiento por horas,
hicieron pruebas de resistencia tanto físicas como psicológicas
y demostraron su capacidad para volar: tenían la fuerza y las
habilidades requeridas para viajar al espacio, en muchos casos
incluso más que los hombres.
Las integrantes del Mercury 13 estaban por acudir a su último
examen; sin embargo, la iniciativa llegó a los oídos de la NASA,
desde donde se negó rotundamente la oportunidad para que las
pruebas continuaran, pues “¿quién querría a una mujer
astronauta?”.
El hecho indignó a las 13 mujeres que anhelaban formar parte del
equipo que llegaría a la luna. Así, llevaron el caso ante el
Senado de Estados Unidos, donde más de un hombre verbalizó su
machismo arraigado y afirmó que las mujeres no podían ir al
espacio.
“Los hombres van a la guerra y vuelan aviones, que la mujer no
esté en este campo es algo del orden social”, aseguró el
astronauta John Glenn –tal como se recuerda en el documental
Mercury 13 (2018), dirigido por Heather Walsh y David Sington–.
El proyecto se dio por terminado, lo que cerró la posibilidad de
que las mujeres alcanzaran las estrellas por primera vez. No
obstante, gracias a su lucha emprendida, las aviadoras abrieron
puertas para sus predecesoras.
Años más tarde, en 1995, Eileen Marie Collins se convirtió en la
primera mujer en comandar un transbordador espacial. El día del
despegue, algunas de las mujeres que formaron parte de Mercury
13 acudieron al lugar en primera fila, donde con lágrimas en los
ojos reconocieron que “su misión no había sido en vano”.
“Si no fuera por las ‘Mercury 13‘, yo no estaría aquí hoy”,
expresó Eileen Collins.
Desigualdad en el siglo XXI
Pese a que han pasado años desde el proyecto Mercury 13 y
también se han visto rayos de luz sobre la participación de
mujeres en la ciencia, la discriminación contra ellas aún es uno
de los principales problemas en el área.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU):
“Los prejuicios y los estereotipos de género que se arrastran
desde hace mucho tiempo continúan manteniendo a las niñas y
mujeres alejadas de los sectores relacionados con la ciencia”.
Información de la Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en
inglés) indica que menos del 30 por ciento de las y los
investigadores del mundo en las áreas de ciencia, tecnología,
ingeniería y matemáticas son mujeres.
Además, aquellas que están activamente en el sector tienen
trabajos mal pagados y no se les permite crecer o alcanzar
espacios de poder.
Al hablar del caso específico de América Latina, la UNESCO
estima que el 45 por ciento del personal de investigación son
mujeres, aun cuando numerosas organizaciones y redes de
científicas han puesto en marcha planes para erradicar las
desigualdades de género.
Ante este panorama, la ex directora de ONU Mujeres, Phumzile
Mlambo-Ngcuka, señaló como urgente la creación de una estrategia
dedicada “no solo a aumentar la representación de las mujeres en
la cartera de talentos para trabajos en ciencia y tecnología,
sino también a asegurarnos de que ellas prosperen,
incentivándolas a permanecer en estos trabajos bien remunerados
y diseñando culturas organizativas en las instituciones que
permitan a las mujeres avanzar en estos campos”.
Con estrategias adecuadas, se podrá impulsar a niñas y
adolescentes a que tomen espacios en áreas tradicionalmente
dadas a los hombres. De esta manera, no pasará mucho tiempo para
que en todos los planetas posibles “se dé un pequeño paso para
la mujer, pero un gran paso para su género”.
LIGA (1)
|