En una entrevista reciente,
Uri Celeste Mosco Ramírez, la joven que este año interpretará a
la virgen María en la representación de la Semana Santa en
Iztapalapa, comentaba que la pandemia de la COVID-19 y sus
terribles efectos, trajo a la memoria de los habitantes de sus
ocho barrios originarios, el origen y verdadero propósito con
que surgió esta manifestación religiosa hace 179 años: un acto
colectivo de fe para pedir el término de la peste.
El Cerro de la Estrella, en la Ciudad de México, ha sido
escenario principal de dos rituales que muestran el fervor de
quienes han habitado esta tierra. En época prehispánica, en el
Huizachtépetl (“cerro de los huizaches”, en lengua náhuatl)
tenía lugar cada 52 años la ceremonia del Fuego Nuevo; tres
siglos después, los pobladores peregrinaban hacia sus faldas
para venerar al Señor de la Cuevita.
La antropóloga Mariángela Rodríguez Nicholls brinda pormenores
de esta historia en su artículo ‘Los insólitos caminos de la
tradición: Semana Santa en Iztapalapa’, publicado originalmente
en el atlas etnográfico Los pueblos originarios de la Ciudad de
México (INAH, 2007) y más recientemente en la revista Rutas de
Campo número 5 Iztapalapa: memoria y cultura, ambas ediciones de
la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH).
De acuerdo con la investigadora del Centro de Investigaciones y
Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), la
escenificación de la Pasión de Cristo en Iztapalapa es resultado
de varios factores, uno de ellos son las prácticas culturales,
como el teatro edificante, que se arraigó en la sociedad
novohispana durante el proceso evangelizador.
Por otra parte, las leyes de desamortización expedidas en 1856
liberaron relativamente a las organizaciones rituales de los
barrios de la estricta tutela de la iglesia. Curiosamente
–señala la autora–, años antes de que se enajenaran las tierras
eclesiásticas, se desató una devastadora epidemia de cólera
morbus que causó enormes estragos en la Ciudad de México:
“A raíz de esta flageladora enfermedad surgieron algunas fiestas
religiosas; una de ellas fue la de Semana Santa en Iztapalapa.
Tales acontecimientos incidieron en la conformación de esta
práctica de religiosidad popular, en particular el teatro
evangelizador”.
La doctora estima que la permanencia de la representación de
Semana Santa en Iztapalapa, se explica en primer lugar porque
“allí se contaba con una tradición cultural que incluía la
representación teatral y la conmoción social ante hechos
cruentos y dolorosos. En segundo, los misioneros utilizaron como
método de cristianización el teatro evangelizador que se
adaptaba a las propias concepciones de los indios, ya que en el
papel ‘del elegido’ aparece siempre la muerte como principio
fundamental de la vida y la salud.
“Son dos ritos que se juntan en lo profundo de la historia. Ya
no son los dioses aztecas los que deciden la vida; ahora es el
Dios católico quien, a través de la persona de Cristo y con la
mediación del Señor de la Cuevita, garantiza su continuidad.”
En su opinión, debe reconocerse la inteligencia de los españoles
para colonizar el centro de México, ya que la sustitución de las
prácticas culturales –llámese canto, danza, teatro– estuvo bien
diseñada. A su vez, la respuesta indígena a esta también es
digna de consideración, “pues en apariencia cambiaron sus
concepciones religiosas, pero en el fondo las disimularon a fin
de que siguieran existiendo; por ejemplo, el Señor del Santo
Entierro o Señor de la Cuevita, venerado en Iztapalapa, era el
antiguo Tezcatlipoca”.
A esto, concluye, se le conoce como ‘culto de sustitución’, “y
hoy por hoy la conmemoración de la Semana Santa en Iztapalapa
tiene como propósito agradecer al Señor de la Cuevita por haber
detenido la mortandad ocasionada por el cólera morbus en 1848 en
la Ciudad de México”. |