13 Abril 2023Mujer
Aunque los
sistemas agroalimentarios son una fuente importante
de trabajo para hombres y mujeres, ellas se
enfrentan a la discriminación, peores condiciones
laborales, contratos precarios y sueldos más bajos.
Además, combatir la desigualdad de género
proporcionaría seguridad alimentaria a 45 millones
de personas.
Abordar la desigualdad de género en los sistemas
agroalimentarios y cambiar el papel de la mujer en
el sector reduce el hambre, estimula la economía y
refuerza la resiliencia ante crisis tales como el
cambio climático y la pandemia del COVID-19, según
revela un nuevo informe de la Organización de las
Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO).
El documento La situación de las mujeres en los
sistemas agroalimentarios, el primero de este tipo
desde 2010, no se limita a la agricultura, sino que
ofrece un panorama completo de la situación de las
mujeres que trabajan en los sistemas
agroalimentarios, abarcando desde la producción
hasta la distribución y el consumo.
“Las mujeres se desempeñan como productoras,
empresarias, vendedoras, trabajadoras y también como
consumidoras. Entonces, participan en todas las
dimensiones que forman parte de los sistemas
agroalimentarios”, declara el director del
Departamento de Transformación Rural Inclusiva e
Igualdad de Género de la FAO, Benjamin Davis.
La Organización destaca que los sistemas
agroalimentarios son una importante fuente de
trabajo a nivel mundial: el 36% de las mujeres que
trabajan están empleadas en el sector, una cifra que
alcanza el 38% en el caso de los hombres.
Peores condiciones laborales
Ante la pregunta de por qué se habla de desigualdad
en el sector, con una cifra tan pareja, el director
explica que el trabajo de las mujeres está
menospreciado y sus condiciones laborales tienden a
ser peores que las de los hombres.
“En general, las mujeres tienen un trabajo más
informal, es más precario, a tiempo parcial, de
escasa cualificación y es más laborioso, y
finalmente peor pagado. Otro elemento de la
desigualdad es la mayor carga como cuidadoras no
remuneradas y el trabajo doméstico, que a nivel
mundial es tres veces más alto para las mujeres, ahí
es donde está la desigualdad”.
En concreto, el informe destaca que las asalariadas
en la agricultura ganan 82 céntimos por cada dólar
que reciben los hombres. La razón no solo está
ligada a la segregación ocupacional y la precariedad
de las condiciones laborales antes mencionada; “otra
razón es la discriminación a la que se enfrentan las
mujeres, simplemente las pagan menos por el mismo
trabajo. Y eso es muy común en muchos contextos”,
añade Benjamin Davis.
Las mujeres también tienen menos acceso a la
posesión de la tierra, al crédito, a la formación y
a las nuevas tecnologías. Junto con la
discriminación, estas desigualdades dan lugar a una
brecha de género del 24% en la productividad entre
mujeres y hombres agricultores para explotaciones de
igual tamaño.
Beneficios socioeconómicos
Benjamin Davis explica que abordar las desigualdades
de género en los sistemas agroalimentarios tendría
muchas consecuencias en la vida cotidiana de las
familias y de las comunidades, y que las mujeres
tendrían un papel protagonista dentro de la vida
colectiva.
“También hicimos un cálculo en términos económicos
de que, si se cerrara la brecha de género de la en
la productividad agrícola y si se suprimiera la
diferencia salarial existente en los sistemas
agroalimentarios, el producto interior bruto mundial
aumentaría en un 1%, es decir, un billón de dólares.
Y con ello, la inseguridad alimentaria mundial se
reduciría alrededor de 2 puntos porcentuales y el
número de personas con inseguridad alimentaria se
reduciría en 45 millones, y eso solamente un cálculo
conservador, en el sentido de que no se calcula su
impacto a largo plazo”, añade el director.
A su vez, los beneficios de los proyectos que
empoderan a las mujeres son mayores que los de los
que se limitan a tener en cuenta las cuestiones de
género. Los autores del informe explican que, si la
mitad de los pequeños productores contaran medidas
centradas en el empoderamiento de las mujeres, se
produciría un aumento significativo de los ingresos
de otros 58 millones de personas y de la resiliencia
de otros 235 millones.
Crisis económicas y cambio climático
En el documento también se señala que, cuando las
economías se contraen, los puestos de trabajo de las
mujeres son los primeros en desaparecer. A escala
mundial, el 22% de las mujeres de los segmentos de
los sistemas agroalimentarios que se desarrollan
fuera de la explotación agrícola perdieron su empleo
en el primer año de la pandemia de la COVID-19,
frente al 2% de los hombres.
Durante la pandemia aumentó también más rápidamente
la inseguridad alimentaria de las mujeres, que
además tuvieron que asumir más responsabilidades de
cuidado, lo que supuso que las niñas faltaran más a
clase que los niños.
Igualmente, el informe indica que las mujeres son
más vulnerables a las perturbaciones climáticas y
los desastres naturales, debido a que “tienen
recursos y activos más limitados que reducen su
capacidad de adaptación y resiliencia”.
Situación en América Latina
En cuanto a la situación de América Latina, Benjamin
Davis destaca que la brecha de género es más
importante en el proceso de transformación de la
producción agrícola en productos de consumo debido
al nivel de desarrollo de la región y al número de
empleos en los sectores secundario y terciario.
“En el continente de latinoamericano, la situación
es bastante parecida diría al escenario que he
descrito en términos a globales, en el sentido de
que hay mucha desigualdad en las condiciones de
empleo para las mujeres en América Latina, de nuevo
en términos de la informalidad y la naturaleza
precaria, y siendo menos pero pagado. La diferencia
sería que, en los países en América Latina, la
agricultura juega un papel menor en las economías,
entonces hay menos mujeres, en términos
porcentuales, que están trabajando en el sector
agropecuario”.
Sin embargo, el director ha denunciado la situación
de la de la población indígena en el continente, y
en concreto de las mujeres indígenas: “sufren una
doble discriminación, por ser indígenas y por ser
mujeres. Y esto tiene implicaciones muy importantes
para la vida de ellas y de sus familias”.
Recomendaciones
El informe concluye que, aunque en la última década
los marcos políticos nacionales han pasado a tener
más en cuenta las cuestiones de género, la
desigualdad de género en los sistemas
agroalimentarios persiste, en parte porque las
políticas, las instituciones y las normas sociales
discriminatorias siguen limitando la igualdad de
oportunidades y de derechos a los recursos.
Para acabar con la desigualdad de género, hace falta
subsanar las carencias relacionadas con el acceso a
activos, tecnología y recursos. En el estudio se
pone de manifiesto que las intervenciones para
mejorar la productividad de las mujeres consiguen
buenos resultados cuando abordan las cargas de los
cuidados y el trabajo doméstico no remunerados,
proporcionan educación y formación, y facilitan la
posesión de la tierra.
En este sentido, Benjamin Davis destaca la
importancia de adoptar políticas enfocadas en
cambiar las normas sociales que tienden a restringir
la posibilidad de las mujeres de trabajar en el
mercado laboral. “También es muy importante mejorar
los derechos de las mujeres a la propiedad y la
tenencia segura de tierras agrícolas, que influye
muy positivamente sobre el empoderamiento, la
inversión, la gestión de los recursos naturales y el
acceso a servicios e instituciones y también ayuda
en términos de aumentar su poder de negociación”.
El director hizo referencia a cómo el acceso a
guarderías también tiene un notable efecto positivo
en el empleo de las madres, mientras que los
programas de protección social han demostrado
aumentar el empleo y la resiliencia de las mujeres.
“Y por último, es muy importante un esfuerzo mayor
para tener información estadística desagregada por
género para poder medir el empoderamiento en sus
múltiples dimensiones y mejorar el diseño y la
eficacia de los programas y las políticas en materia
de igualdad de género y empoderamiento”, añadió
Davis.
Voluntad política
En un último mensaje a los Estados en América Latina
declara que para cerrar la brecha de género hace
falta voluntad política. “Sería importante pasar de
las palabras a los hechos. Ha habido un aumento de
la mención de la inclusión, de la cuestión de género
en muchas políticas, muchos documentos, etcétera.
Pero relativamente pocos programas y políticas
específicas dirigidas a atender esas desigualdades”.
El informe concluye que la reducción de las
desigualdades de género en los medios de vida, la
mejora del acceso a los recursos y el fomento de la
resiliencia constituyen una vía fundamental hacia la
igualdad de género, el empoderamiento de las mujeres
y unos sistemas agroalimentarios más justos y
sostenibles.
“Si abordamos las desigualdades de género en los
sistemas agroalimentarios y empoderamos a las
mujeres, el mundo dará un salto adelante en la
consecución de los objetivos de poner fin a la
pobreza y crear un mundo sin hambre”, afirma el
director general de la FAO, QU Dongyu, en el
documento.
“Las mujeres siempre han trabajado en los sistemas
agroalimentarios. Es hora de que hagamos que los
sistemas agroalimentarios funcionen para las
mujeres”, declaró. |