GUALEGUAYCHÚ,
ARGENTINA — Stella Ferreira aguarda a que la tintura
coloree su cabello mientras su amiga sentada a pocos
metros le da instrucciones al estilista para cortarle el
pelo. No muy lejos de la peluquería de la ciudad
argentina de Gualeguaychú de la que ambas uruguayas son
clientas asiduas, dos compañeras se prueban un pantalón
detrás de otro en un negocio de ropa.
Acaba de comenzar el tour comercial y a precio de ganga
ideado por las cuatro amigas, que recién llegaron de la
localidad de Fray Bentos, situada a 45 kilómetros en el
país limítrofe de Uruguay.
Con un gasto estimado de 100 dólares por persona, el
grupo piensa darse todos los caprichos en Gualeguaychú,
la localidad situada en la provincia argentina de Entre
Ríos que, desde hace más de un año, es la meca de
uruguayos ávidos de consumir a precios que les parecen
irrisorios.
“Fuimos al cambio y nos dieron 48.000 pesos argentinos,
que con eso nos hacemos el pelo, compramos ropa, la
nafta (gasolina), comemos y compramos alguna otra
cosita. Allá con esa plata te haces el pelo y nada más,
entonces nos resirve”, dijo Ferreira, de 29 años, a The
Associated Press el pasado sábado 1 de julio en la
peluquería que visita periódicamente con sus compañeras.
Al calor de las diferencias cambiarias entre Argentina y
Uruguay, Gualeguaychú y otras ciudades entrerrianas
cercanas a la frontera reciben un flujo constante de
uruguayos que se proveen de alimentos, productos de
limpieza y medicamentos, y aprovechan también para
hacerse la manicura, teñirse el pelo, ir al oculista,
realizar el mantenimiento del auto y hasta celebrar su
cumpleaños en un restaurante.
La masiva llegada de visitantes beneficia a los
comerciantes de Gualeguaychú, Concordia y Colón, que
contrarrestan así la limitada capacidad de compra de los
argentinos en un contexto de acelerada inflación y bajos
salarios.
Pero al mismo tiempo está agravando la situación
económica de los negocios situados del otro lado del Río
Uruguay, en los departamentos uruguayos limítrofes de
Salto, Paysandú, Río Negro y Soriano, donde, según
autoridades municipales, en los primeros cinco meses del
año cerraron unos 170 comercios.
Susana Guerrero, dueña de un comercio de venta de quesos
y dulces en Salto, señaló por su parte que está “todo
muy quietito”. “Me estaría faltando un empleado y no lo
repuse”, explicó.
Guerrero se trasladó a Gualeguaychú en una suerte de
visita exploratoria para estudiar por qué los uruguayos
acuden en manada y, además, aprovechó para comprar
algunos víveres. “Ahora los entiendo. Sí, está barato y
no podemos luchar contra eso”, dijo sobre los productos
que estuvo observando en el supermercado.
Es difícil competir cuando en las localidades argentinas
el litro de aceite de girasol cuesta 50 centavos de
dólar, comparado con los cinco dólares que cuesta en
Uruguay. O cuando las cremas para regenerar la piel
valen en suelo argentino un dólar y medio y del otro
lado de la frontera se pagan a diez dólares.
La gasolina es otra ganga. En Uruguay está a cerca de
dos dólares el litro y en la provincia argentina de
Entre Ríos a 52 centavos.
El problema ha sido reconocido por el presidente de
Uruguay, Luis Lacalle Pou. “Los precios de bienes
argentinos son extremadamente más baratos y naturalmente
los vecinos consumen donde les es más barato. Eso nos
genera un desequilibrio. Hemos aplicado medidas, pero no
es suficiente”, dijo en mayo a medios de prensa.
En este contexto, los comerciantes de Uruguay han
recibido beneficios de parte del gobierno, como rebajas
de impuestos, y las autoridades establecieron un límite
para que cada residente de localidades de la frontera
que regrese de Argentina, solo pueda ingresar por la
aduana un tope de cinco kilos de mercaderías.
Pero representantes del sector industrial uruguayo
denunciaron una “pandemia fronteriza” porque sostienen
que los controles no se aplican y exigen una política de
“cero kilo”, lo que fue desechado por el presidente
Lacalle Pou dos meses atrás.
El mandatario aseveró que es lógico que la gente compre
donde le “da la plata” e indicó que el gobierno va a
controlar que no ingresen productos de contrabando.
También acotó que “es imposible solucionar el problema
del tipo cambiario” con Argentina.
El fenómeno de las compras está tan presente que la
Universidad Católica de Uruguay elaboró un Indicador de
Precios Fronterizos que aplica en la ciudad de
Concordia, unos 200 kilómetros al norte de Gualeguaychú.
Según los últimos datos de mayo, resultó un 59% más
barato adquirir una canasta de alimentos, bebidas, ropa
y productos del hogar en esa localidad argentina que en
la uruguaya de Salto, al otro lado de la frontera.
Durante los feriados y fines de semana, en el Puente
Internacional General San Martín que cruza el río y une
a Gualeguaychú con Fray Bentos se forman largas colas de
automovilistas que van a comprar a los comercios
argentinos, abiertos esos días.
Entre el 30 de junio y el 4 de julio, que incluyó los
primeros días de vacaciones del invierno austral para
los uruguayos, salieron 105.702 personas desde Uruguay
hacia Argentina, la mayoría de ellas por los tres pasos
fronterizos con la provincia de Entre Ríos. Un total de
27.224 cruzaron por el paso de Paysandú, 23.312 por el
de Salto y 19.849 por el de Fray Bentos, según datos de
las Migraciones de ambos países. La mayoría eran
uruguayos, aunque había de otras nacionalidades no
precisadas.
La espera en largas colas en los cruces puede consumir
varias horas. En los vehículos, entre los que hay
grandes furgonetas, suelen trasladarse parejas o grupos
de amigos, en la mayoría de clase media y otros de un
segmento más acomodado.
“Acá en Gualeguaychú te encontrás a todo Fray Bentos
haciendo shopping”, dijo entre risas Carolaine Sololuce,
una de las amigas de Ferreira. “Ya somos de acá, nos
falta el DNI. Es lindo venir, por el movimiento, las
tiendas, allí estamos cada vez más apagados”.
Sololuce se mostraba particularmente feliz porque se
compró unos pantalones que costaron 9.000 pesos
argentinos, es decir 18 dólares en el mercado paralelo.
En Fray Bentos, valdrían unos 48 dólares.
Los uruguayos traen los dólares que compran en su país,
cruzan los puentes y los cambian a pesos argentinos en
el mercado de cambios paralelo, en el que el llamado
“dólar blue” cotiza a casi el doble que el oficial. De
esa forma obtienen más pesos argentinos y un gran poder
de compra.
Cuanto mayor es la brecha entre el dólar oficial y el
paralelo por las corridas cambiarias y shocks
devaluatorios que se originan periódicamente en el
volátil escenario económico argentino, mayor es el
incentivo de los uruguayos para cruzar el río y sacar
ventaja al tipo de cambio pese a la inflación reinante
en Argentina.
Claudio Gatt, dueño de la peluquería donde se atienden
las amigas, dijo que luego de la crisis que causó la
pandemia del nuevo coronavirus en 2020 y 2021, el flujo
constante de uruguayos es como el oxígeno. “Si no
estuviera, las ventas bajarían un mínimo de 50%”.
En los escaparates de los negocios de Gualeguaychú
cuelgan carteles que dicen “se aceptan dólares” y las
calles céntricas se llenan de visitantes procedentes de
distintos puntos de Uruguay.
La mitad de las compras de medicamentos y artículos de
limpieza en esa ciudad las hacen los uruguayos, según el
Centro de Defensa Comercial e Industrial local.
“En cualquier momento vamos a pasar nosotros a ser
uruguayos”, dijo Sixto Fernandez, un jubilado argentino
de 68 años. “Vas al súper y está siempre lleno. Andan
por todos lados, son como hormigas”.
En el estacionamiento al aire libre de un gran
supermercado, Diana Rocco, de 30 años, cargaba en el
auto varias bolsas con productos de limpieza y
comestibles. La mujer estaba satisfecha de haber
comprado varios mangos que le costaron 1,3 dólares, la
mitad de lo que hubiera pagado en su país.
Rocco, que había viajado por primera vez a Gualeguaychú
junto a dos familiares desde la localidad uruguaya de
Palmitas -a unos 120 kilómetros- dijo que piensa
regresar porque en Uruguay apenas cubre los gastos con
su sueldo de guardia de seguridad.
Mientras los comercios argentinos celebran, sus vecinos
uruguayos languidecen.
En Fray Bentos, los escaparates de los negocios están
plagados de carteles con ofertas en un intento de atraer
la atención de quienes circulan por la zona comercial,
que luce apagada en comparación con la de la vibrante
Gualeguaychú.
Es el caso de la farmacia donde trabaja Alicia Nedor,
quien dijo que su sector sufre la peor crisis en
décadas. “Este año bajaron las ventas un 40% o más”.
Nedor, de 70 años, indicó que varios negocios pequeños
de Fray Bentos están cerrando y los grandes han sacado
personal. En su rubro, “se ha trabajado de otra manera,
con todo tipo de ofertas o incluso se ha bajado la
calidad de la perfumería. Nos ayuda eso.... Así hemos
estado sobreviviendo”.
La mujer se lamentó que un desodorante rebajado en la
farmacia donde trabaja cueste 179 pesos uruguayos (4,78
dólares) y del otro lado “lo compras por 90 pesos
uruguayos (2,40 dólares)”.
Para Alejandro Ramos, docente de 49 años que reside en
Gualeguaychú, el problema no son los uruguayos. “Somos
nosotros; primero tenemos que hacernos cargo de que
somos un desastre como país económicamente. Ellos vienen
y compran de forma legal”.
Publicación original
de: voanoticias.com |