Publicado por El Salto
Cada año, unas 30.000 mujeres se desplazan
irregularmente por México en su camino para llegar a
Estados Unidos. Muchas de ellas huyen de la violencia de
género, y en su trayecto hacia el norte se enfrentan a
acoso, violencia sexual, trata y embarazos forzosos. Ser
mujer migrante añade más dificultades a un viaje ya de
por sí peligroso.
Martina Madaula
@martinamadaula
15 JUL 2023 06:00
Johanna no se separa de su hermana menor ni de sus
hijos. Uno de ellos, el más pequeño, es ciego. La
familia se resguarda en una sombra del espacio reservado
para mujeres de un albergue para migrantes, cuyo nombre
no se mencionará por cuestiones de protección. El calor
es infernal en Tapachula, la mayor ciudad fronteriza al
sur de México. Johanna es nicaragüense y a los 15 años
se quedó embarazada de un asesino. Víctima de las
palizas constantes por parte de su pareja, la violencia
y las amenazas continuaron desde la cárcel.
Decidió irse de su país al poco tiempo de nacer su bebé.
Ahora tiene 22 años, y lleva desde los quince
sobreviviendo en las calles, tratando de llegar a un
sitio seguro para ella y su familia.
El caso de Johanna no es una excepción. Como ella, miles
de mujeres emprenden cada año el camino hacia el norte
huyendo de la violencia. Pero cuando logran escapar, se
tienen que enfrentar a un viaje repleto de abusos tan o
más violentos como aquellos de los que escapan. La
mayoría de ellas están marcadas por el dolor y el
trauma, pero también por la resiliencia.
La huida
Doce mujeres son asesinadas cada día en los países de
América Latina y el Caribe, lo que sitúa a la región
como la segunda más letal para ellas después de África.
Además, entre el 60 y el 76% de mujeres, es decir, dos
de cada tres, han sido víctimas de algún episodio de
violencia por razón de género en algún ámbito de su
vida.
Como Johanna, cada vez son más las mujeres que se ven
forzadas a migrar. Según datos de la Secretaría de
Gobernación mexicana, entre 2020 y 2021 la presencia de
mujeres en tránsito irregular aumentó un 472%. Se
calcula que actualmente, un 20% de las personas que
transitan irregularmente por México para llegar a
Estados Unidos son mujeres. Cifras similares son
confirmadas por Gemayel, el abogado del albergue Casa
del Migrante en Tecún Umán, Guatemala: mientras que hace
unos años el porcentaje de mujeres era del 4 o 5%, de
las 14.600 personas que atendieron durante el año 2022,
el 30% eran mujeres.
Según datos de la Secretaría de Gobernación mexicana,
entre 2020 y 2021 la presencia de mujeres en tránsito
irregular aumentó un 472%
En este contexto, las mujeres que se desplazan no
solamente lo hacen para proveer mejores condiciones a
sus familias, sino también por su seguridad física y
emocional. Y es que el fenómeno de la migración
latinoamericana está estrechamente ligado a la violencia
patriarcal. “En muchas ocasiones, las causas por las que
migran hombres y mujeres son muy distintas. Muchas de
las mujeres que pasan por acá huyen de la violencia
familiar o porque son víctimas de algún grupo organizado
que busca tener algún tipo de relación con ellas o con
sus hijos” nos cuenta Denis, trabajadora social del
albergue.
Este es el caso de Ana, quien se encuentra temporalmente
en Tecún Umán. Es del El Salvador y viaja con tres hijos
menores, todos varones. Para matar el tiempo en el
albergue, Ana colabora diariamente en la cocina. Cuando
termina su turno, se sienta a cenar; es casi la última
así que estamos prácticamente solos en el comedor. Aun
así, nos cuenta por qué está aquí en voz baja. Su marido
era un pandillero que, junto con otros miembros de la
Mara Salvatrucha 13, la extorsionó durante más de un año
hasta amenazarla con llevarse a sus hijos para que
formaran parte de la pandilla. “Da miedo ser mujer y que
te persigan así, cuando la amenaza llegó a mis hijos,
dije no, no, yo me voy… vámonos pa’rriba. Era por mí,
pero sobre todo por el amor de madre, por tratar de
protegerlos”, nos cuenta. Su país de origen tiene una de
las tasas de feminicidios más altas del mundo, 6,8 por
cada 100.000 habitantes.
Un camino lleno de obstáculos
“La violencia en el caminar de las mujeres se suma a la
que muchas veces viven en sus orígenes” nos asegura
Diego, del Centro de Derechos Humanos Fray Matías de
Tapachula, México. Según datos de ACNUR, durante el
tránsito una de cada cuatro mujeres sufre algún tipo de
agresión, y al menos una de cada cinco mujeres
desplazadas en el mundo experimenta violencia sexual.
María es de Venezuela y acaba de llegar a Panamá. Huyó
con su hija pequeña para protegerla de la violencia de
su marido y emprendió la ruta a través de la selva. “Yo
fui violada en el Darién” explica con un tono sereno,
digno. Lo menciona nada más conocernos, sin una pregunta
previa al respecto. Con señas y gesticulaciones para
evitar que su hija de seis años se entere demasiado de
la historia, María relata los horrores de su viaje. “Hay
gente con armas que te roba, te engañan y la selva es
peligrosa, muchos abusan de las mujeres…”
Según los datos del Instituto Nacional de Salud, casi la
mitad de las mujeres que migran por territorio mexicano
han sido abusadas sexualmente o se han visto obligadas a
intercambiar sexo por comida, techo o dinero para
continuar su viaje
El aumento de controles en las fronteras y la
militarización de las mismas ha implicado que las
migrantes tengan que transitar por rutas mucho más
peligrosas donde hay más presencia del crimen
organizado. Este es el caso del tapón del Darién, la
selva que cruzo María, o el de México. Según los datos
del Instituto Nacional de Salud, casi la mitad de las
mujeres que migran por territorio mexicano han sido
abusadas sexualmente o se han visto obligadas a
intercambiar sexo por comida, techo o dinero para
continuar su viaje. En México, además, se añade el
factor de los secuestros y las desapariciones, crímenes
que han ido en aumento en los últimos años. De acuerdo
con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos del
país, en promedio 54 migrantes son secuestrados cada
día.
Para hacer frente a estos abusos, muchas de las mujeres
optan por camuflarse y ocultar su género. Se cortan el
pelo o utilizan ropa holgada para hacerse pasar por
hombres y pasar así más desapercibidas durante la ruta.
“Desde los mismos albergues se recomienda a las mujeres
que no vayan de corto, aunque haga mucho calor, y que no
lleven ropas muy apretadas”, nos cuenta Wendy, la
psicóloga del albergue de Tecún Umán. Además, para
evitar los embarazos no deseados, algunas se someten a
métodos anticonceptivos de riesgo, inyectándoselos o
tomándose más pastillas de la cuenta. “Muchas de las
mujeres que pasan por aquí se acercan consultándonos si
tenemos algún tipo de anticonceptivo, porque ya han
escuchado que han abusado de otras mujeres más
adelante”. La violación se ha convertido en un fenómeno
tan común, que la píldora del día después se conoce como
la “píldora anti-México”. Muchas de las que no pueden
hacer uso de estos métodos se ven obligadas a abortar o
dar a luz por el camino.
Otra de las estrategias que utilizan muchas migrantes es
viajar en grupos grandes, con otras mujeres o con
hombres para sentirse más protegidas ante las
adversidades del camino. Sin embargo, no siempre es así.
“Yo andaba sola con mi hija, ves a muchas mujeres solas,
los hombres siguen sin ellas…” Esta es en efecto una
práctica común, algunos por egoísmo, pero muchos otros
por tratar de pensar estratégicamente deciden que el
varón de la familia salga lo antes posible para buscar
ayuda en organizaciones. La realidad es que nadie puede
ayudar a los que están en la selva, es territorio de los
grupos de crimen organizado colombiano, sobre todo el
llamado Clan del Golfo y los hombres que han logrado
salir, suelen perder la comunicación con las que dejan
atrás. “Ustedes saben si han cerrado el paso por Necoclí?
Por lo del río…” Nos pregunta un hombre en Paso Canoas,
en la frontera entre Panamá y Costa Rica. Le contesto
que no lo sé, pero que ahí son los grupos los que
deciden no el estado. El hombre hacía una semana que
había dejado a su mujer y sus hijos en la selva, ninguno
de los dos tiene móvil ya que lo han debido de entregar
como extorsión. Lleva una semana durmiendo en la calle,
pero no quiere seguir más adelante sin ellas. No sabe
hasta cuando esperará.
Las extorsiones y los robos son una práctica común que
no siempre son perpetrados por grupos criminales, en
muchas ocasiones provienen de las propias fuerzas de
seguridad del estado. Yasmin se encuentra bloqueada en
la Estación Temporal de Recepción Migratoria de Planes
de Gualaca, en la frontera panameña con Costa Rica. Se
queja de que ya se lo dio todo “a los de uniforme”
cuando salió del Darién y asume que si quiere seguir su
camino va a tener que entregar sus pertenencias al
SENAFRONT, el Servicio Nacional de Fronteras de Panamá.
Este organismo junto con el Servicio Nacional de
Migración, han estado denunciados por las Naciones
Unidas por cometer abusos sexuales a mujeres migrantes.
Según el informe “el personal del SNM y del SENAFRONT
habría solicitado intercambios sexuales a las mujeres y
niñas alojadas en la ERM de San Vicente que carecen de
dinero para afrontar los costes del transporte”.
Las amenazas y la peligrosidad cada vez más acentuada de
la ruta han cambiado las dinámicas migratorias, sobre
todo en el caso de las mujeres: cada vez son más las que
se quedan en México
Quedarse o seguir, la carga de una decisión
Las amenazas y la peligrosidad cada vez más acentuada de
la ruta han cambiado las dinámicas migratorias, sobre
todo en el caso de las mujeres: cada vez son más las que
se quedan en México. Tapachula recibió en 2022 casi el
70% de las solicitudes de asilo del país. Esta se ha
convertido en otro de los tapones de la ruta para todos
aquellos que quieren llegar a Estados Unidos, pero
también en una precaria estancia alternativa para
aquellas que no pueden enfrentar la peligrosidad del
camino.
Johanna lleva en esta ciudad una semana, en los próximos
días debe tomar una decisión. La capacidad del albergue
es limitada y no puede quedarse más tiempo. Como cada
vez más personas, ella no piensa en Estados Unidos,
piensa en un sitio en el que puedan atender bien a su
hijo ciego. “Tal vez en México ya haya buenos hospitales
donde me lo puedan ver…” Viajar con sus hijos y su
hermana pequeña la ha hecho a ella la responsable de
todas las decisiones. El peligro, las extorsiones y el
hambre al que se han expuesto a lo largo de la ruta pesa
en los hombros de la joven, como si fuese su culpa que
los pequeños hayan sufrido. Los demás migrantes la
animan a seguir, a unirse a otros grupos para ir juntos
a Estados Unidos. Pero Johanna sabe lo peligroso que es
México; irá donde los pequeños estén a salvo.
La migración en su caso, y en el de tantas mujeres, es
en sí un acto de amor, de cuidado y protección hacia los
seres queridos. Ellas migran en busca del que ya salió
hace años, migran para sostener a los que han dejado
atrás o para proteger a los que van con ellas. Johanna
se queda pensativa el resto de la tarde, tiene que tomar
una decisión, debe buscar la manera de seguir hasta
donde encuentre el hospital que está buscando, hasta
donde encuentre refugio y seguridad.
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